Posts etiquetados ‘Carlos’

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Es realmente curioso como un simple regreso a la ciudad que te vio nacer, aunque sean por unos pocos días, tiene un efecto tan revitalizante. Lo necesitaba: Sentía una gran y tangible mezcla entre debilidad y abatimiento en mi interior desde hacía ya algún tiempo y la sensación de agobio junto con el anhelo por perder de vista mi habitación y Elverum se habían acrecentado con el paso de los días. Por ello decidí comprar unos billetes para volar hasta Barcelona y poder tener unos días de «recogimiento» junto con mi familia y amigos, algo que puedo jurar, hasta la fecha nunca había experimentado; los que me conocen saben que soy un individuo mas bien poco apegado y sin embargo, esa nostalgia por ver las calles de mi barrio, el familiar olor que solo la Ciudad Condal posee y las risas de papá, mamá y toda la familia que uno pudo escoger, es algo ha ido creciendo y creciendo con el paso del tiempo durante mi gélido invierno interno y externo en la capital de Hedmark

Súbitamente, entre etéreos pensamientos y canciones de indie folk que inspiran los más melancólicos viajes, me hallaba volando hacia casa mientras escuchaba Oh My Sweet Carolina de Ryan Adams y leía «Salvaje» de Cheryl Strayed, un libro que adaptaron a película, que me ha inspirado con cada página y cuyo apellido de la autora reflejaba mi estado actual («strayed» en inglés significa «extraviado»). Mientras terminaba la novela y llegaba al apartado de agradecimientos descubrí la palabra que lleva el título del post de hoy: Miigwech. Es una palabra de origen ojibwe que significa «GRACIAS», no solo en el sentido básico de la palabra; es un GRACIAS totalmente impregnado de humildad. Me encantó esa palabra, su significado incluso su sonoridad. Es por ello que muestro hacia vosotros mi lado más personal un día más. Aún así, dejad que os relate mis días de reencuentros y «recogimiento»… dejad que cuente mi camino hacia el agradecimiento más profundo.

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La locura ha vuelto. Volvimos a la guerra con esa sensación que tiene uno cuando la adrenalina se le sube por la espalda y recorre cada poro de su piel hasta hacer que esta se constriña en un gran estremecimiento y un sudor frío. La Tough Viking de Oslo llegó. Y llegó en una edición muy diferente a la anterior por diversas razones que por supuesto, un servidor os va a narrar con todo lujo de detalle.

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… Y sigue escribiendo el blog, dijo Carlos, sonriente pero con mirada melancólica al lado de mis maletas. Estábamos en la estación de Ås un mediodía soleado y las inclemencias meteorológicas habían respetado la jornada de viaje de vuelta a Steinkjer. En cuanto el ruido del tren se hacia cada vez más notorio, arribando cada vez más y más éste a la estación, nos acercamos para darnos un caluroso y sincero abrazo y de mi boca salió Tío, eres la familia que aquí no tengo, te voy a echar de menos y Carlos, sonriente respondió con un y yo también, Bruneke (Así me llama cariñosamente). Y se produjo un silencio nada incomodo. Jamás un silencio había dicho tanto (Lo lamento, pero esto no es Brokeback Mountain y por tanto, los tiros no van por ahí). Me ayudó con las maletas y ya dentro del vagón nos estrechamos la mano y un cuídate al unísono salió de nuestras bocas. Las puertas se cerraron y el tren se puso en marcha para llevarme a la estación de Oslo.

Recuerdo ese instante muy bien y creedme, fue un momento emotivo entre dos amigos que empezaron esta aventura juntos y tras un tiempo viviendo alegrías y tristezas por tierras nórdicas, deben separarse (esperando eso si, que sea por un tiempo prudencialmente corto). Pero no sería justo empezar el relato de mi llegada a Steinkjer sin antes contaros lo acontecido antes. Ahí va:

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Mis primeros días en Ås

Publicado: 25 octubre, 2013 en Noruega 2.0
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Hoy hace un día esplendido en la ciudad de Ås, con un brillante sol  cálido y un cielo azul, que contrasta con la temperatura moderadamente baja en la calle. Pero antes, narraré mis dos días anteriores a mi llegada:

El avión salió de Barcelona a las ocho y media, puntual. En mi viaje, me acompañaban Nerea, mi compañera de alegrías y penurias, y también Valentín, la pareja de Laura de Albacete, que ya se encontraba en territorio noruego, esperándolo. Fue un viaje que transcurrió sin incidentes, rápido. Llegamos al aeropuerto de Oslo, el Gardermoen, a eso de las doce de la noche, ataviados con nuestras maletas y cogimos el tren que hay en el mismo aeropuerto hasta llegar a Skøyen, donde Laura nos esperaba para recogernos a todos y llevarnos a nuestro destino. Durante el trayecto, que duró aproximadamente cuarenta minutos, Laura nos puso un poco al día de la situación aquí y bueno, lo único que puedo decir es que estoy ansioso por empezar a laborar.

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Viviendo en Kvam

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Bueno, aunque ya llevo viviendo en Kvam desde hace ya una semana, la pésima conexión que dispongo me ha hecho imposible escribir anteriormente un post, así que hoy os contaré con todo detalle (en la medida de lo posible después de una semana).

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La cocina. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

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La cocina. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

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El salón. Podéis comprobar que muy lleno no está. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Después de ese breve traslado, me instalé en el apartamento colindante al hogar de ancianos. Un apartamento que si bien puedo decir que dispone de cuanto necesito, no puedo decir que no disponga de muchos lujos en él: si he de escoger la palabra que definiría a mi apartamento, esa palabra es «AUSTERO». Se trata de un ámplio salon con una modesta aunque completa cocina americana, un dormitorio que posee dos amplios armarios , un baño completo y un cuarto que se utiliza actualmente como trastero. Afortunadamente, he podido decorar mi nido con un elemento que me recuerda de donde soy y cual es mi tierra. También debo decir que estoy en un pueblo de muy pocos habitantes (entre los enfermeros del hogar y yo bromeamos diciendo que hay más población en el cementerio de delante del centro que gente viva residiendo en este pueblo).

Kvam es atravesado por la carretera principal y al otro lado de esta, se encuentra la iglesia con su particular aunque hermoso cementerio, un campo de fútbol anexado a la escuela de Kvam y u amplio supermercado donde poder comprar toda serie de productos de limpieza, comida y correo (en Noruega, o por lo menos en esta región, los paquetes los debes recoger en los supermercados). Y más allá, se encuentra el lago, un lugar hermoso y tranquilo donde uno, con una simple barca puede ir a pescar o simplemente, deleitar los sentidos con la tranquilidad que aquel paraje ofrece.

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El dormitorio. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

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Habiéndome levantado muy temprano, a eso de las 6 de la mañana, he decidido que hoy, aprovechando que es mi último día de fiesta y mañana empiezo por fin a trabajar, haría una pequeña excursión a Kvam. Mi intención era, no solo dirigirme al Kvam Eldresenter y preguntar por el estado del amueblado de mi apartamento, sino también explorar el lugar que rodea aquel reducido espacio de la comuna de Steinkjer.

Mientras cavilaba con los quehaceres del día, Carlos se ha presentado en casa, después de tener una jornada nocturna de trabajo más bien tranquila aunque no descansada. Me cuenta por encima lo hecho durante toda la noche y aunque interesado, no he querido demorarlo a que fuera a dormir por que cabía la posibilidad que lo llamaran hoy para trabajar por la tarde, debido a la ausencia de algunos compañeros de trabajo por enfermedad.

Así que, después de desearle las «buenas noches» a Carlos, he desayunado, me he duchado y vestido, disponiéndome rápido a ponerme en marcha. Al salir de casa, los rayos de sol vaticinaban que hoy iba a ser un buen día y mientras me dirigía con paso tranquilo hacia el Nissan Primera, he comprobado en el móvil que la temperatura llegaba a las 24 grados, por lo que disfrutaría de una mañana más que resplandeciente. Sentado ya en el asiento de conductor y mediante un giro de llave de contacto, La Bestia ha rugido como siempre y con marcha corta, me he puesto en marcha hacia Kvam. La radio empezaba a sonar y se oían los anuncios que, aunque en noruego, ya los empiezo a comprender por la monotonía de haberlos escuchado ya un millar de veces y mientras el paisaje bucólico y verdoso rodeaba la carretera  y yo me acercaba más y más a mi primer destino, la NPK 4 ha empezado a emitir Paradise City, de Guns ‘n’ Roses y me hacía reflexionar que, efectivamente, estaba en un paraíso verde y vasto. Take me down to the paradise city, where the grass is green and the girls are pretty. Take me home, cantaba a viva voz mientras el rugido del coche me pedía que subiera una marcha más.

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Como ayer funcionaba la conexión bastante mal, me he visto obligado a esperar hasta hoy para narrar con todo lujo de detalle lo que aconteció ayer. Lo que ocurrió en el hogar de Kvam para ancianos es de aquellas cosas que hacen que a cada minuto que pasa, te das cuenta que si pudieras volver a tener la oportunidad de escoger tu camino, elegirías de nuevo esa opción sin dudarlo. Pero dejadme que empiece por el principio.

El día empezó como empiezan todos los días aquí: a las 6 de la mañana, con el despertador emitiendo el monótono sonido. Desde la cama podía ver, a través de la oscura cortina del dormitorio, que la luz entraba tímidamente por la ventana y anunciaba que hoy iba a ser un día especialmente caluroso. Me levanté cansado, muy cansado mentalmente. Y es que la inmersión lingüística te dota de un desgaste mental brutal, añadiendo también, que me faltan horas de sueño y mi cuerpo me avisa cada día que debo hacerle caso y dormir un rato más. Hice caso omiso a mi cuerpo y me incorporé, me preparé el desayuno y el matpakke (lo que en la tierra conocemos como la fiambrera de toda la vida), me aseé, vestí para las prácticas de idioma y salí de casa, comprobando previamente que disponía conmigo de todo lo necesario para pasar el día en el Kvam Eldresenter: La bolsa con el desayuno, el calzado para las prácticas y la carpeta que contiene los documentos que debo entregar a Randy, la coordinadora del centro, para que los firme.

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6 de la mañana. El despertador suena y me despierto sobresaltado y por inercia, miro a mi compañero de habitación y veo que también se despierta de improviso por el bip-bip-bip del despertador del móvil, me devuelve la mirada y vuelve a acostarse. Me levanto y compruebo que efectivamente, dispongo de una hora para desayunar, asearme y vestirme, ya que hoy empiezan las practicas de idioma en un ambiente sanitario. La aventura noruega empieza hoy, retumba en mi cabeza las palabras de Carlos la noche anterior. Lo que ha sucedido durante estas casi tres semanas de estancia en Steinkjer han sido unas simples vacaciones y periodo de adaptación. Lo de hoy y en adelante durante 6 semanas será una autentica inmersión lingüística al noruego. Vamos allá.

Me preparo la fiambrera con la comida que cociné ayer noche, justo después de probar el coche que Håvard nos dejó para desplazarnos a los lugares de practicas: Stod y Kvam (y menos mal que hice uso de mi GPS para guardar las localizaciones exactas de los lugares de practicas). Habiéndome aseado y vestido, me cruzo por el pasillo del apartamento con Alba y le comento que voy al coche a prepararme y que cuando estén listas (debo llevar a Rebeca, Nerea y a Alba hacia su destino de practicas, Egge, ya que está de camino a mi destino) que se dirijan al coche. Alba me mira y asiente con la cabeza. Cargado con las zapatillas de deporte blancas para trabajar, la comida, la botella de agua, la mochila con mis cosas y el GPS en mano, abro el maletero del coche y allí dejo todos mis enseres salvo el navegador de a bordo, que lo enciendo y lo coloco en el cristal del coche, comprobando que todo funciona correctamente. Sentado ya en el coche, palpo mis bolsillos y me doy cuenta de que me he olvidado el móvil en algún lugar del baño de casa, así que vuelvo a subir al apartamento y recupero el aparato, metiéndomelo en el bolsillo del pantalón. Mientras me vuelvo a dirigir hacia la puerta, me tropiezo con algunas de mis compañeras que también inician hoy sus practicas y les deseo muchísima suerte. Los Lykke til hoy se han escuchado bastante hoy. Me encuentro con Alba y Rebeca, que están esperando a Nerea a que salga del apartamento y al rato, esta sale parsimoniosamente por la puerta y nos dirigimos todos hacia el bólido (jajaja).

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La Bestia. Foto: Carlos Fuentes Arrabal.

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Después de algunos días de inactividad bloggera (Los quehaceres diarios en Steinkjer, que se limitan al estudio de la lengua noruega, visitar el gimnasio, charlar con nuestros respectivos familiares y amigos, charlar con los compañeros de viaje y/o comer, hace que la vida transcurra con ligera monotonía), puedo explicaros que ayer recibimos un esperado correo electrónico de Håvard -el jefe- que nos indicaba donde realizaremos las practicas de inmersión lingüística noruega en ambiente sanitario.

Mientras algunas de mis compañeras han sido ubicadas en el centro de Steinkjer y otras han sido emplazadas en Egge, un municipio situado a unos 35 minutos a pie al norte del lugar donde habitamos, a Carlos y a mi nos ha tocado hacer practicas en Stod y Kvam respectivamente.

Hoy nos hemos levantado temprano, mi compañero burgalés y yo, para encontrarnos a las 8 y media con Håvard para llevarnos con su coche a esos dos lugares y de esta forma, conocer el lugar donde será durante 6 semanas, nuestro lugar de practicas y también a las personas que nos ilustraran en nuestro aprendizaje. Casi 12 y 21 kilómetros separan Stod y Kvam respectivamente de Steinkjer, así que, nos tendrán que dejar un coche para ir allí y volver, si o si, hemos pensado… y bien, la situación es otra bien distinta. (más…)

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Aprovechando que hoy, 9 de mayo, día de la Ascensión, es fiesta en Noruega y por tanto, cualquier establecimiento está cerrado, hemos decidido hacer una excursión que tenia como excusa, no solo la de conocer un poco más la ciudad que nos acoge o la de estirar un poco las piernas, sino a mi juicio también, la de hacer una actividad conjunta todos juntos, en hermandad. Así que, después de desayunar bien, de vestirnos adecuadamente y calzarnos nuestras mejores botas, nos hemos preparado unos bocadillos y nos hemos dispuesto a iniciar el paseo. Como hoy ha sido un día ligeramente encapotado, acompañado de una ligera y continua llovizna que solo ha cesado en plena tarde, el trayecto prometía ser menos pesado que haberlo realizado con un sol de justicia azotándonos. El destino de hoy: Oftenåsen, una colina que se sitúa a 336 metros sobre el nivel del mar y que, seguramente nos ofrecería una vista esplendida de Steinkjer.

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