Posts etiquetados ‘Noruego’

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3 de junio. Hoy hace un mes que estoy viviendo en Steinkjer. Ayer, mientras tomaba una infusión de té verde con canela en la calle, sentado en una silla y al lado de una mesa que está próxima a mi apartamento (cortesía de nuestros anfitriones), he tomado esta foto con el móvil. Mientras daba pequeños sorbos a la infusión aun caliente y la canela llegaba a mis papilas gustativas, observaba la tranquila calle de Kongens Gata y la tranquilidad del domingo era palpable. Veía pasar coches de diversas gamas pero sobretodo, coches antiguos, muy antiguos, en perfecto estado. Y es que en Noruega parece que las cosas están hechas para que perduren en el tiempo: Para mi es impensable que en Barcelona, un coche antiguo descanse en la calle a merced de las inclemencias meteorológicas pero sobretodo a merced de algún individuo (aún por civilizar) que raye la pintura o simplemente decida que debe dejar su marca personal impresa en esa obra de arte. Aquí, los noruegos hacen gala de tal educación y buenas maneras que uno puede dejar su coche aparcado tranquilamente y sin ningún tipo de temor a que nadie lo raye, estropee, orine o vomite. Por no decir que llevo un mes aquí y no he oído ni una sola bocina del coche.

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¡God Morgen! Después de haber cargado las pilas con un sueño reparador posterior al viaje de ida, de haber desayunado y comido como Dios manda, estoy en condiciones de relataros lo acontecido ayer. Ahí va:

De Barcelona a Steinkjer

Llegué al Aeroport del Prat a eso de las 10:30h, acompañado de mis padres como comité de despedida y al entrar por las puertas de la terminal 2 me encontré de inmediato con mi compañera de estudios noruegos, Alba, una maña majísima, junto con una amiga, y puedo decir que al verla, la saludé como si la conociera de toda la vida. Poco después, lo mismo pasó con Lara, acompañada de su pareja, ambos vascos. Y finalmente, Irene, de Elche, se encontró con nosotros, finalizando así el numero de viajeros hacia tierras nórdicas  En nosotros se respiraba un ambiente de nerviosismo, entusiasmo y emoción de difícilmente podíamos reprimir.

ImagenMientras hacíamos cola para facturar el equipaje, no había lugar para tristezas ni preocupaciones, solo el júbilo, esa sensación agradable de vértigo y la satisfacción de conocer a una parte del grupo de 15 enfermeros elegidos que seriamos compañeros de residencia y al mismos tiempo, posiblemente, grandes amigos. Llega el turno de Irene para facturar su equipaje, y entre risas comprobamos que había calculado bien el peso de su equipaje por que entre las dos maletas había un peso de 39,5 kilos. Lo mismo sucedió con Alba, cuyo equipaje no excedió al permitido. Pero llegó el momento de facturar el mio y pudimos comprobar que, efectivamente, los 3 kilos de embutidos (cortesía de mis queridos padres) y un exceso de ropa hacían que mi equipaje llegara a los 47 kilos de peso (¡casi nada!). Menos mal que Lara y yo cambiamos un par de maletas para que las cuentas salieran. Y las cuentas salieron.

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