Posts etiquetados ‘Barcelona’

Tres largos años hace que abandoné mi estimado blog a su suerte, en un rincón oscuro y polvoriento. Afortunadamente la motivación ha regresado dispuesta a hacer trabajar mis dedos para teclear esta página y así cumplir el cometido para el que ésta fue creada.

Aún así, volver a las antiguas aficiones que uno ha aparcado durante un largo tiempo debido a la falta de inspiración y motivación, siempre requiere de un considerable esfuerzo; Aún más si el dichoso WordPress ha actualizado el sistema de edición de blogueo y me encuentro con nuevas herramientas… las cuales he tardado cerca de dos horas aprender.

En fin, veamos como desoxido mis falanges y saco a pasear mi inspiración. A ver como sale después de tanto tiempo…

Estimados lectores, no sean hoy demasiado severos. Ahí voy:

DIEZ AÑOS han pasado desde aquel día de mayo en que, este barcelonés aprendiz de vikingo de espíritu aventurero, emprendió un viaje hacia Noruega: Un viaje con una excelente oportunidad de cambiar de aires, laboral, social y vitalmente hablando.

(Un viaje que ha marcado su vida)

Con tan solo dos maletas, treinta y dos años y una amplia sonrisa por equipaje, subí por las escaleras metálicas al avión, mirando de soslayo una vez más a la ciudad que me ha visto nacer y crecer. Posé mis pies sobre la moqueta gris del Boeing 737 de Norwegian con dirección al Aeropuerto de Trondheim y una vez acomodado en la butaca, noté el traqueteante movimiento de éste y el vacío en el estomago, no solo por el efecto del despegar el avión del suelo, sinó también por los crecientes e inextinguibles nervios. Contemplé por la ventanilla como paulatinamente empequeñecía mi ciudad, dejando atrás familia, amigos, compañeros de trabajo y otros conocidos (afortunadamente en pleno siglo XXI existe algo llamado REDES SOCIALES y VUELOS DE BAJO COSTE POR EUROPA SIN ESCALAS).

El post de hoy trata de esos diez años de mi vida en Noruega: mi sentido y sincero homenaje

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img_8524La Habana, Cuba. 2020

 

Hola de nuevo, queridos amigos lectores de este espacio mío que había dejado olvidado en algún rincón del ordenador y también de mi mente. Ha pasado una eternidad y francamente, no sabría por dónde empezar. Imagino que empezaré por el principio, disculpándome por tan larga ausencia debida a la falta de tiempo, viajes, ritmo de vida, quehaceres diarios, cambios en las prioridades e incluso falta de motivación. Fuera el motivo que fuera, más de dos años han pasado desde la última vez que publiqué mi última aventura realizada en 2018… pero aquí estamos, mis queridos amigos de La Taza, de nuevo con ganas renovadas de escribir y plasmar vivencias, como siempre, no por un afán exhibicionista o por necesidad de explicar mi vida (me gusta plasmar mis vivencias con cierto detalle y fidelidad a la realidad, pero creo que a nadie le interesa conocer qué he desayunado esta mañana o con quien me tomé una cerveza hace dos semanas 😉 ), sino más bien con el objetivo que siempre me empujó a iniciar este blog: Informar y mostrar a mi familia y amigos qué era de mi vida en las tierras nórdicas.

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Estaba escribiendo el relato de mis vacaciones, algo que contemplaba con interés e ilusión (como la mayoría de los post que escribo) y sin embargo, me hallo atónito y con inmensa rabia e impotencia por lo ocurrido en Barcelona, mi ciudad natal y a la que amo y llevo conmigo allí donde vaya, en el pensamiento, en el corazón y tatuada en mi piel. Leo y veo vídeos horribles de como la sinrazón causa estragos y ataca siempre a los más inocentes, esta vez en mi casa, lugar de acogida para muchos, cosmopolita, orgullosa y sobretodo ciudad de paz y de hermandad entre pueblos. Asisto con total horror como trece vidas (hasta ahora) han sido sesgadas de un plumazo y ochenta personas permanecen heridas en estado reservado. Ver por los medios noruegos tal horror me rompe por dentro y solo deseo que la barbarie no siga avanzando ni en la Ciudad Condal ni en ningún otro sitio.

Asisto roto a lo sucedido, si, pero también asisto con orgullo a la reacción de mis paisanos: taxis de la zona metropolitana ofrecen desplazamientos gratuitos a todos aquellos afectados por los lares de lo ocurrido, hoteles y albergues ofrecen alojamiento gratuito a todos los necesitados, Cruz Roja -mis compañeros de trabajo a los que mando un gran y afectuoso abrazo- ya se han desplazado para apoyar a las víctimas y dar cobertura psicológica a los afectados. Policía, cuerpos de emergencias médicas y otros elementos, se han volcado a echar una mano. Colas interminables de gente en los hospitales con la intención de donar sangre y compañeros de profesión yendo a echar una mano siendo su día libre (y a pesar de las horas y horas de trabajo realizadas, fruto de los recortes a la Sanidad). Incluso Eulen, empresa de seguridad que gestiona el control de acceso en los aeropuertos y sujetos actualmente a una larga y tediosa huelga que lucha por los derechos de los trabajadores en detrimento de la imagen de mi ciudad, ha declarado terminada la huelga…. ¡El mundo contempla Barcelona y nos contempla, demostrando al resto del mundo la solidaridad de los barceloneses! Porque la solidaridad no comprende de fronteras, razas ni credos… y por ello, no puedo sentirme más orgulloso de ser barcelonés.

Estoy en Måløy, viendo por la pequeña pantalla lo ocurrido y solo puedo contemplar con profunda tristeza, respeto pero al mismo tiempo, con el profundo y claro convencimiento que los catalanes hemos recibido un duro golpe, pero nos levantaremos, como hicimos una y otra vez a lo largo de la historia.

¡Visca Barcelona! ¡Visca Catalunya!

Y aquí, amigos míos, en mi modesto lugar llamado Taza de Pizarra, presento mi pequeño homenaje a mi ciudad y a su gente, con mi mayor cariño y respeto. No había canción mejor que plasme lo que siento y mi deseo para todos ellos. Compta amb mi, Barcelona (Cuenta conmigo, Barcelona)

Txarango – Compta amb mi

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Es realmente curioso como un simple regreso a la ciudad que te vio nacer, aunque sean por unos pocos días, tiene un efecto tan revitalizante. Lo necesitaba: Sentía una gran y tangible mezcla entre debilidad y abatimiento en mi interior desde hacía ya algún tiempo y la sensación de agobio junto con el anhelo por perder de vista mi habitación y Elverum se habían acrecentado con el paso de los días. Por ello decidí comprar unos billetes para volar hasta Barcelona y poder tener unos días de «recogimiento» junto con mi familia y amigos, algo que puedo jurar, hasta la fecha nunca había experimentado; los que me conocen saben que soy un individuo mas bien poco apegado y sin embargo, esa nostalgia por ver las calles de mi barrio, el familiar olor que solo la Ciudad Condal posee y las risas de papá, mamá y toda la familia que uno pudo escoger, es algo ha ido creciendo y creciendo con el paso del tiempo durante mi gélido invierno interno y externo en la capital de Hedmark

Súbitamente, entre etéreos pensamientos y canciones de indie folk que inspiran los más melancólicos viajes, me hallaba volando hacia casa mientras escuchaba Oh My Sweet Carolina de Ryan Adams y leía «Salvaje» de Cheryl Strayed, un libro que adaptaron a película, que me ha inspirado con cada página y cuyo apellido de la autora reflejaba mi estado actual («strayed» en inglés significa «extraviado»). Mientras terminaba la novela y llegaba al apartado de agradecimientos descubrí la palabra que lleva el título del post de hoy: Miigwech. Es una palabra de origen ojibwe que significa «GRACIAS», no solo en el sentido básico de la palabra; es un GRACIAS totalmente impregnado de humildad. Me encantó esa palabra, su significado incluso su sonoridad. Es por ello que muestro hacia vosotros mi lado más personal un día más. Aún así, dejad que os relate mis días de reencuentros y «recogimiento»… dejad que cuente mi camino hacia el agradecimiento más profundo.

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Cierro mis ojos cansados y mi cabeza abotargada, fruto de una noche larga y lluviosa de trabajo, me transporta a ese tres de mayo del 2013 que cambió radicalmente mi vida. Dentro del amplio y aséptico Aeroport del Prat estaba con mis padres, junto con mis compañeros de aventura, cuyas caras sonrientes no podían esconder la alegría y el nerviosismo por el acontecimiento que se acercaba. El nudo en mi estómago iba en crescendo mientras me despedía de mis padres con esos abrazos y besos que no necesitan adornarse con palabras. A buen entendedor, pocas palabras bastaban. Ya se dijo todo lo que debía decirse. O quizás no: El ser humano es estúpido y siempre espera a alejarse de alguien querido para sincerarse y expresar los sentimientos que a causa de la rutina, el orgullo o simplemente, la propia idiosincrasia para expresarse, hacen que si los vomitemos en la lejanía. Sea cual sea el motivo, la respuesta siempre es y será la misma:

Nunca dejéis de decir “Te Quiero” a las personas que amáis, nunca sabréis cuando será la última vez que podréis decírselo.

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Tras muchísimos problemas para acceder al blog, finalmente he dado con la solución y puedo, al fin, explicaros lo que ha acontecido todo este tiempo de silencio. Como siempre, pido disculpas por la demora a todos vosotros, que me seguís y espero que con este post, pueda redimir dicha tardanza.

Bien, tal como podéis observar en la imagen, aparezco yo, junto a mi familia (de izquierda a derecha, mi abuela Nuri, Marina, mi cuñada y mi hermano Joan), soplando las velas de mi trigésimo cuarto cumpleaños. Si, efectivamente, pude celebrarlo junto con mi familia en Barcelona, pero dejad que relate lo acontecido por el principio.

Esta vez tenía ganas de poder celebrar el evento en familia y cerca de los amigos, así que decidí viajar a Barcelona. Compré los billetes de avión y decidí que la estancia sería de ocho días, suficientes para cargar pilas, reunirse con la familia, ver a algunos amigos y de paso, hacer algunas gestiones que en la lejanía, me es imposible realizar. Ocho días trepidantes en que debía repartir mi tiempo y comprimir las visitas a mis conocidos como si de visitas de médico se trataran. Huelga decir que, las visitas de médico nunca me han gustado pero bien, que le vamos a hacer. Espero que en la próxima visita pueda disfrutar de la compañía de todos vosotros por un tiempo más prolongado.

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Bon día, buenos días, God morgen!

Hoy, 25 de diciembre del 2014 amanece gris y sombrío en la ciudad de Steinkjer. No hay apenas decorados navideños por las calles (las últimas tormentas de nieve se encargaron de destrozarlos), no hay apenas luces brillantes que iluminan las tinieblas de un lugar donde a las tres de la tarde ya es de noche. Apenas hay gente paseando por la calle y el camino escarchado que hay hasta el centro permanece oscuro y solitario mientras el único sonido que me envuelve es el hielo al quebrarse bajo mis pies. Al llegar al centro donde trabajo me encuentro con ese espíritu navideño tan anhelado; los pacientes me saludan con una sonrisa y un «God Jul», mis compañeras de trabajo sonríen y bromean sin cesar durante todo el turno y el centro está iluminado y decorado por cada centímetro de éste. Ese es el espíritu navideño que quería encontrar, viviendo tan lejos de mi familia, de mis amigos e incluso, de los compañeros con los que empecé esta aventura. Un sentimiento realmente poderoso llama a la puerta y ese sentimiento se llama Nostalgia.

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