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Buenos días queridos amigos, antes de proseguir con el post de hoy, dejad que me disculpe por la tardanza tras meses de ausencia. Aunque durante todo este tiempo he andado algo ocupado por el trabajo y otras circunstancias, el hecho de ir posponiendo este post ya iniciado hará unos meses, ha hecho que la musa que inspira mis palabras,  fuera paulatinamente desapareciendo (y mi memoria a medio plazo sobre lo vivido, también) hasta tal punto que, cada linea por escribir ha representado un verdadero y notable esfuerzo. Por si fuera poco, me he percatado de que, al repasar las lineas escritas y las respectivas fotografías, he narrado circunstancias acaecidas en pleno mes de febrero, con un fuerte panorama invernal mientras asisto, actualmente, a un inusual y caluroso junio; hecho que hace perder el impacto inicial que originalmente hubiera deseado. Por ello, he decidido dividir este post en tres partes, muy relacionadas entre si, pues tratan de la experiencia de permanecer en un bosque noruego, totalmente aislado, junto con el placer de reencontrarse con uno mismo y en contacto con nada más que la Madre Naturaleza

Como siempre, esperando que os guste.

 

Febrero de 2018, en algún lugar de Kongsvinger, Noruega

«Sobretodo silencio».

Un silencio sepulcral y sobrecogedor. Aquel que se halla envuelto en un manto de profunda serenidad y le hace percibir a uno el latido del corazón en el oído, junto con la respiración acelerada producida por el cansancio al deambular a través de la blanca tundra mientras la gruesa capa de nieve, que llega hasta la cadera, crepita bajo los pies en torpes y lentos pasos. Absoluto silencio y verdadera sensación de felicidad.

«Sobretodo felicidad».

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Sonó el teléfono a la una de la noche un viernes de libranza, el ruido era estridente y casi molesto en terrible contraste con el apacible silencio que envolvía la habitación y la casa; a decir verdad, parecía que envolvía al vecindario entero. Mi jefa, con voz apurada y a la par que soñolienta en «MODO-me han llamado a las doce de la noche y yo ya estaba en el cuarto sueño, siento importunarte a ti también ON», se encontraba al otro lado del teléfono y con aún más apuro me comentó que la compañera que debiera trabajar durante el turno nocturno estaba enferma y no encontraba a nadie quien la sustituyera (lógicamente, siendo tan tarde) y me llamaba con la esperanza de que yo  pudiera laborar ipso-facto (podía incluso escuchar el roce de sus dedos entrecruzarse que parecían susurrar en un no inaudible y sonrojante «porfa, porfa, porfa», hipérboles aparte). Tras escucharla, decidí que como estaba despierto y las noches las pagan bastante bien en este rincón del mundo, tratando de sacar del aprieto a esa encantadora mujer que tuvo bien a otorgarme la plaza fija y viendo siempre el lado positivo de las cosas (aquí podéis cantar «Always look on the bright side of life«, a lo La vida de Brian), le respondí con un tranquilizador «Ja, jeg kan jobbe, ikke beskymre deg» (Si, puedo trabajar, no te preocupes).

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