Posts etiquetados ‘Steinkjer’

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Mil cuatrocientos sesenta días, treinta-y-cinco mil cuarenta horas o dos millones ciento dos-mil cuatrocientos minutos es lo que hasta ahora he podido vivir durante este tiempo en Noruega, desde que un tres de Mayo de 2013 mis pies se posaron por primera vez en suelo noruego. Tiempo que por mucho que yo trate de cuantificar de diversas maneras, nunca logrará resumir esos miles de momentos que mis pupilas, mi piel y mis pies han logrado experimentar: paseando por las calles de Oslo, notar el sudor frío por mi espalda mientras bailaba sobre la escueta roca del Kjerag, contemplando el fiordo en lo alto del Trolltunga o tomando una Ringnes junto a mis compañeros de aventura en Drøbak mientras veíamos el Clásico.

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Una vez más, amigos míos, nos encontramos en este espacio, tras una larga (larguísima) pausa desde la última vez que tecleé en Taza de Pizarra. Disculpad mi tardío post, la verdad, desde que llegué a Barcelona tras mi paso por ese fantástico lugar llamado Elverum, no he parado de mantenerme ocupado: Cursos de enfermería, carreras de obstáculos, servicios de Cruz Roja y más de una y mil excusas para no estar frente al portátil. Hoy, he decidido poner al día mi pequeño espacio particular y relataros lo acontecido desde junio hasta hoy día.

Con la verdad en el corazón, quisiera deciros que me encantaría relataros como transcurrió mi paso por Elverum con todo lujo de detalles, pero llevo tanto tiempo sin escribir y el paso del tiempo es tan largo ya, que el recuerdo de este es un poco difuso. Solo me queda decir que he vivido una etapa muy dulce y he conocido a personas excepcionales en este pequeño municipio de Hedmark. Aun así, trataré como siempre, narraros a mi manera (épica, como si fuera Partida y Regreso a la Tierra Media)

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«EIN HÆLV KÆLV LÅG I ÆLVA Å FLAUT«.

No, no he aprendido arameo ni élfico. Ni he escrito algo que ha sido transcrito a lo «discos que cuando se oyen del revés, revelan mensajes ocultos» y otras historias de «Cuarto Milenio». Mucho menos he sido poseído por Satán y en medio de mi particular posesión estoy hablando en su jerga más coloquial. Lo que habéis leído es una frase en trøndersk, uno de tantos dialectos que uno puede hallar en Noruega y que precisamente, se habla en la región (Nord-Trøndelag) donde se encuentra la ciudad donde resido.

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Muy buenas, mis queridos lectores, a continuación os voy a relatar lo acontecido a mi visita a Bergen desde  día siete hasta el once de mayo, días que libraba en el trabajo y debía aprovechar para visitar la ciudad que tan bien me han hablado. Sé que ya estamos a día diecisiete (y por cierto, ¡Feliz Día de la Constitución a todos los noruegos! ¡Gratulerer med da’n!) y llega un poco tarde pero por desgracia, no he podido sentarme tranquilamente antes, para narrar mis pequeñas grandes aventuras en la segunda ciudad más grande de Noruega (varios turnos de noche, descarga masiva de fotografías con el consiguiente tiempo de espera y alguna que otra mala excusa pero suficiente para cerrar el blog unos días y dedicarme a trabajar-vegetar-comer-vegetar).

No podría iniciar mi relato sin antes explicar, obviamente, los días y semanas previos a mi viaje, en los que planifiqué vuelos de ida y vuelta y la logística del mismo. Debo decir que antes de buscar un hotel, estuve tratando de localizar alguna alma caritativa que pudiera ayudarme con el alojamiento por un brevísimo lapso de tiempo, ya que Noruega es un país caro y el alojamiento de un hotel de cuatro noches vaticinaba una hiriente factura a mi economía. Hablando con Lola, una amiga tatuadora que iba a la Bergen Tattoo Convention y a la cual iba a encontrarme con ella, me comentó que había unos algunos hoteles baratos en el centro pero francamente, aparte de seguir siendo caros, no necesitaba una habitación de hotel para visitar Bergen, ya que mi intención era pasarme todo el día en la calle, visitando lugares y fotografiando monumentos. La solución la encontré en Booking.com (si alguno no la ha usado aún, esta aplicación es estupenda para hallar alojamiento de todo tipo en cada rincón del globo); alojamiento en el albergue Piano Hostel, tres noches por ochocientas cincuenta coronas (unos cien euros aproximadamente). Leí los comentarios dejados por antiguos usuarios del lugar y terminó por convencerme. ¡No se hable más!, ¡Al Piano Hostel hay que dormir!

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Antes iniciar mi relato del día (en este caso, de la noche), dejadme que aclare que significa «Rus» y «Bakrus«. Rus viene a ser cuando una persona ingiere una cantidad de alcohol suficiente como para ver sus habilidades motrices, cognitivas, así como también su personalidad, pueden llegar a estar mermadas o aceleradas, en tal caso, modificadas en comparación a su estado normal. Vamos, pillar una moña, una cogorza, una santa borrachera en la lengua más coloquial. Es lógico suponer que si Rus es el cebollón, el Bakrus será el síndrome de abstinencia derivado de la ingesta excesiva de alcohol o llámese comúnmente LA RESACA. Dicho esto, estoy en condiciones de iniciar este relato tan fantástico, esperando como no, que sea del agrado de mis fieles seguidores. Todos los que me conocen verdaderamente saben que, en cierta manera, me gusta darle un tope épico a cualquier situación que vivo, cosa que veo o hago, incluso haciéndome una tortilla a la francesa puede parecer que hallo el Santo Grial entre la clara y la yema. Vayamos, sin más preámbulos, a poner agua a la harina, que ya me veo capaz de seguir una introducción apoteósica y faraónica.

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Tras muchísimos problemas para acceder al blog, finalmente he dado con la solución y puedo, al fin, explicaros lo que ha acontecido todo este tiempo de silencio. Como siempre, pido disculpas por la demora a todos vosotros, que me seguís y espero que con este post, pueda redimir dicha tardanza.

Bien, tal como podéis observar en la imagen, aparezco yo, junto a mi familia (de izquierda a derecha, mi abuela Nuri, Marina, mi cuñada y mi hermano Joan), soplando las velas de mi trigésimo cuarto cumpleaños. Si, efectivamente, pude celebrarlo junto con mi familia en Barcelona, pero dejad que relate lo acontecido por el principio.

Esta vez tenía ganas de poder celebrar el evento en familia y cerca de los amigos, así que decidí viajar a Barcelona. Compré los billetes de avión y decidí que la estancia sería de ocho días, suficientes para cargar pilas, reunirse con la familia, ver a algunos amigos y de paso, hacer algunas gestiones que en la lejanía, me es imposible realizar. Ocho días trepidantes en que debía repartir mi tiempo y comprimir las visitas a mis conocidos como si de visitas de médico se trataran. Huelga decir que, las visitas de médico nunca me han gustado pero bien, que le vamos a hacer. Espero que en la próxima visita pueda disfrutar de la compañía de todos vosotros por un tiempo más prolongado.

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Cinco grados bajo cero. Mi respiración pesada fluye de mi boca en forma de vaho y se eleva a través de mis hombros mientras sigo avanzando a trote suave por el helado sendero que me lleva a la playa. No me dirijo a la encantadora Paradisbukta, a decir verdad, no sé a dónde mi dirijo, tan sólo sé que el frío y la oscuridad me rodean, me acompañan en mi sesión de ejercicio y mis piernas, curtidas por el frío noruego y por numerosas sesiones de running, me llevan a dondequiera que me lleven. Mientras la oscuridad y la densa niebla se ciernen sobre mi, sólo me acompañan el absoluto silencio y el sonido del hielo y la nieve crepitando bajo mis pies, enfundados en mis zapatillas de deporte, que a su vez llevan adheridos los crampones para poder desplazarme sin que el hielo consiga abrirme la crisma. El crepitar del hielo bajo mis pasos y como no, la música de mis auriculares inhalámbricos, me acompañan por el penumbroso y gravoso sendero, abrazado de forma perpetua por el bosque sombrío. Noche, niebla, bosque tenebroso, absoluto silencio y mi solitaria presencia; se reúnen todos los ingredientes para que el clásico de terror cobre vida y tras un arbusto aparezca una figura imponente y maligna, portando un cuchillo de gigantescas dimensiones y de un diestro tajo me arrebate la vida y desaparezca de este mundo para siempre.

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La oscuridad se cierne sobre mi. Foto: Extraída de http://www.randomlocalguys.com

«Sólo falta una buena canción«, pienso. Uso mi móvil para la música mientras corro y mi aplicación favorita es Spotify. Para no hacer las sesiones de entrenamiento tediosas y repetitivas, siempre uso la opción de sesión aleatoria, es decir, la reproducción de la sesión no va ordenada, sino que Spotify reproduce a su voluntad.

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Veintinueve grados a la sombra. Una gota de sudor recorre mi frente lentamente hasta estrellarse sobre mi mano izquierda mientras tecleo rápidamente estas lineas. Y mientras el calor aprieta en Águilas, una pequeña ciudad ubicada en la Costa Cálida murciana, cuna donde vio nacer a mi abuelo materno (Si estas allí arriba, Lobo de Mar, te mando un saludo muy grande) y a todos sus hermanos, recuerdo el frío noruego que contrasta con las tierras murcianas. Miro hacia atrás y recuerdo mi paso por Sparbu, un modesto pueblo de mil habitantes situado a tiro de piedra de Steinkjer, con gran cariño.

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Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que posteé algo y no ha sido por que no haya tenido poco que explicar, sino más bien, poco tiempo del que disponer. Permitidme que «us fagi cinc centims» (como decimos en mi tierra) de lo acontecido desde mi último post hasta hoy:

Tras haber iniciado las prácticas de idioma en el Namdalseid Barnehagen (El Parvulario de Namdalseid) y comprobar, no solo que el sistema educacional para con los niños es interesante y efectivo, sino que también pude referir una notable mejoría en mi nivel de noruego y eso supuso la oportunidad bien aprovechada de empezar a trabajar en el Hamrum Eldresenter, un centro para ancianos y/o personas con patologías degenerativas derivadas de la longevidad, ubicado en Sparbu, un pueblo de mil habitantes situado a trece kilómetros de Steinkjer. Como los jefes de Accurate Care disponían un coche y me permitían hacer uso de él (No, amigos, no se trataba de la Bestia, era un Suzuki Baleno que parecía más un coche funebre que otra cosa, pero como ya se sabe; «A coche prestado, no le mires las juntas de culata«), podía desplazarme hasta mi lugar de trabajo, tardando escasos doce minutos. Huelga decir que es un lugar realmente bonito y hasta la fecha, el trato de los trabajadores y su jefe conmigo esta siendo exquisito, pero por el momento, dejaré esa parte de la historia para más adelante.

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Con la venia del maestro Serrat, hoy inicio este post para documentar lo últimamente acontecido con el título de una de sus canciones más celebres. Y es que no cabe duda que los niños son sorprendentes y deben ser mencionados (y aún escribo estas lineas mientras tarareo aquello de «Niño, deja ya de joder con la pelota. Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca«). Con el fin de poder alumbrar a más de uno en su particular oscuridad y confusión al ponerme a hablar de niños, pelotas y Serrat, narraré lo acontecido por donde deben iniciarse las cosas siempre: en sus albores.

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Bienvenido a Namdalseid. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Esta vez mis pasos me han llevado a Namdalseid, una pequeña provincia del Norte de Trøndelag situada a casi cuarenta kilómetros de Steinkjer y al noreste de Namsos, contando con mas de mil quinientos habitantes. Mi destino era, al bajar del bus que me había traído al lugar tras un trayecto de cuarenta minutos, la Guarderia de Namdalseid; Los jefes y yo acordamos que ir a un hogar de infancia para mejorar el idioma podía ser una experiencia muy interesante y como no, lograría lo que no conseguía al trabajar con ancianos (o si lo lograba pero con mayor dificultad). Por supuesto, hay que tener en cuenta tres factores:

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