De Steinkjer a Sparbu (Primera parte)

Publicado: 31 mayo, 2014 en Noruega 2.0
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Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que posteé algo y no ha sido por que no haya tenido poco que explicar, sino más bien, poco tiempo del que disponer. Permitidme que «us fagi cinc centims» (como decimos en mi tierra) de lo acontecido desde mi último post hasta hoy:

Tras haber iniciado las prácticas de idioma en el Namdalseid Barnehagen (El Parvulario de Namdalseid) y comprobar, no solo que el sistema educacional para con los niños es interesante y efectivo, sino que también pude referir una notable mejoría en mi nivel de noruego y eso supuso la oportunidad bien aprovechada de empezar a trabajar en el Hamrum Eldresenter, un centro para ancianos y/o personas con patologías degenerativas derivadas de la longevidad, ubicado en Sparbu, un pueblo de mil habitantes situado a trece kilómetros de Steinkjer. Como los jefes de Accurate Care disponían un coche y me permitían hacer uso de él (No, amigos, no se trataba de la Bestia, era un Suzuki Baleno que parecía más un coche funebre que otra cosa, pero como ya se sabe; «A coche prestado, no le mires las juntas de culata«), podía desplazarme hasta mi lugar de trabajo, tardando escasos doce minutos. Huelga decir que es un lugar realmente bonito y hasta la fecha, el trato de los trabajadores y su jefe conmigo esta siendo exquisito, pero por el momento, dejaré esa parte de la historia para más adelante.

Bueno, el caso es que un día, charlando con mis padres por Skype (gran invento, por cierto. Que las tecnologías sirvan para acercar a las personas alejadas virtualmente y/o físicamente es una herramienta que ayuda más de lo que algunos creen) y recibí una gratísima noticia: del día uno al día cinco de Mayo, aprovechando que tenia esos días libres, mis padres dejarían Barcelona para poner sus pies en territorio noruego para hacerme una visita. No me da vergüenza reconocer que la piel se me puso de gallina y el júbilo me invadió de forma extremada; llevo en Noruega desde finales de Octubre y esa visita la necesitaba a sobremanera.

Durante los días posteriores a la charla por Skype y a la buena noticia, seguimos ultimando detalles del viaje: horarios de vuelo, disponibilidad de transporte y lo más importante, disponibilidad de alojamiento. Es bien sabido que Noruega no es precisamente un lugar barato y pretendiendo que mis padres no se gastaran mucho más dinero durante su estancia en suelo nórdico (ya se gastaban una considerable suma en el vuelo), hablé con los jefes para ver si existía la posibilidad de encontrar un lugar donde albergar a mi familia. Dimos con una casa en Malm, a treinta minutos en coche de Steinkjer. Preparé mis maletas y me dispuse a mudarme a una casa de color rojo a la orilla del fiordo.

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La Casa Roja de Malm: el Mal se esconde en el interior. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

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«Aquí está Johnny!». Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Resultó ser una casa sacada de la película El Resplandor; una casa decrépita que por las noches, con el descenso de la temperatura, la madera de esta crujía y adoptaba una atmósfera inquietante y poco tranquilizadora. Eso hay que añadirle que el sótano, aparte de oler a humedad, estaba seriamente deteriorado y en una de sus estancias había un inmenso tocón con una hacha clavada en él y a su lado, un arcón frigorífico que cualquier persona con mente fantasiosa y amante del genero de terror (como yo), pensaría que ese es un buen lugar para esconder los cadáveres descuartizados. Por si aún no habían los suficientes ingredientes idóneos para una seqüela noruega de Resident Evil, el cuadro eléctrico, tan viejo como la casa, se quemó durante la noche y me dejó a oscuras y sin Internet: sólo me faltaba a Jack Torrance desbastando la puerta de mi habitación, en plena noche, y gritando maliciosamente «¡Aquí está Johnny!» o encontrarme la palabra REDRUM escrita en sangre por las paredes de la estancia. Balance: No recuerdo noche más horrible y angustiosa. Que conste que me encanta el terror y las pequeñas dosis de adrenalina que ofrece el género pero…. ¡aquello era pasarse!. Al día siguiente, hablé con mi jefe para comentarle el horrible estado de la casa y al momento, se presentaron los caseros y tras comprobar el nefasto estado del cuadro eléctrico, llegaron a la conclusión de que este debía cambiarse por completo y yo no podía vivir allí, así que, me mudé a otra casa, cerca del Motel Bates, que era una maravilla: dos plantas, nueve habitaciones, terraza con barbacoa y vistas al fiordo, amplio salón con chimenea y amplia cocina. Un lujazo.

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El salón de la casa de la otra casa de Malm, nada que ver con la otra casa. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

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La cocina. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

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Y la terraza, un lujo. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Paralelamente a esos días, un grupo de enfermeras españolas y portuguesas llegaron a Noruega e inicialmente se acomodaron en unas casas de Malm pero posteriormente se mudaron a Steinkjer y pude conocer a sendos grupos: es fantástico volver a ver gente cuya alegría y emoción por iniciar su camino aquí, se reflejaba en sus ojos. Esa misma emoción que me embargó a mi y al grupo de enfermeros con los que inicié este viaje hace más de un año ya. Es bonito poder ayudarles en sus preguntas e inexperiencia para lograr que su estancia sea un poquito mejor. Algo me dice que iremos bastantes veces al Onkel Oskar a pasar un buen rato en hermandad.

Fue a los pocos días previos al gran encuentro cuando me enteré de que mi madre, tuvo que ser intervenida de urgencia por laparoscopia de unos cálculos en la vesícula y debido a ello no era recomendable que realizara ese viaje, así que, en su lugar vendría mi hermano. Por un lado lamenté no poder ver a mi madre después de tanto tiempo pero por otro, poder ver a mi hermano fue también un buen consuelo.

Llegado el día uno de Mayo y ya completamente establecido en la nueva casa, me dispuse a recorrer mi camino hasta el Aeropuerto de Værnes para recoger a mi padre y a mi hermano y tras un problema de vuelos que provocó que perdieran el avión hasta Trondheim y tuvieran que tomar el siguiente, por fin pude verlos y abrazarlos. No imagináis que reconfortante que es un abrazo de alguien querido tras tiempo sin verlo físicamente. Recogimos las maletas y nos dirigimos al coche para viajar hasta Malm. ¿Su primera impresión al pisar suelo noruego fuera del aeropuerto? Cuando los veáis, preguntádselo. Mientras conducía, podía ver sus caras de fascinación por el verde paisaje, los tupidos bosques y por el angosto fiordo que nos acompañaba durante todo el camino. Mi padre sacó la cámara y se dedicó a fotografiar letreros de carretera, iglesias y paisaje durante todo el trayecto, como si de un francotirador con su rifle se tratara. Durante esa hora y cuarenta y cuatro minutos de trayecto estuvimos charlando sobre lo que haríamos los próximos días, como estaba mi madre y como no, pequeñas introducciones al mundo noruego.

Poco después, al llegar a casa y tras acomodarse en sus habitaciones, decidimos cenar unas pizzas a modo rápido e irnos a dormir temprano para empezar al día siguiente con buen pie: quería mostrarles durante los escasos días de estancia las pequeñas maravillas que podía ofrecer el Nord-Trøndelag y algo del Sør también.

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Selfie de los Tres Caballeros. Foto: Juan Aldrufeu Navarro

En el siguiente post, relataré con lujo y detalle las excursiones durante con los cuatro días con mi familia y prometo no demorarme más de lo debido.

Ha det bra!

(CONTINUARÁ…)

comentarios
  1. […] todo, ya he vivido en autenticas casas del Resplandor y si no, podéis comprobarlo en el siguiente enlace). Rápidamente aquel lugar fue bautizado con el nombre de “Mordor” o “Minas […]

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