Mis cuatro días por Bergen (o la odisea de la Lepra)

Publicado: 17 mayo, 2015 en Noruega 3.0
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Muy buenas, mis queridos lectores, a continuación os voy a relatar lo acontecido a mi visita a Bergen desde  día siete hasta el once de mayo, días que libraba en el trabajo y debía aprovechar para visitar la ciudad que tan bien me han hablado. Sé que ya estamos a día diecisiete (y por cierto, ¡Feliz Día de la Constitución a todos los noruegos! ¡Gratulerer med da’n!) y llega un poco tarde pero por desgracia, no he podido sentarme tranquilamente antes, para narrar mis pequeñas grandes aventuras en la segunda ciudad más grande de Noruega (varios turnos de noche, descarga masiva de fotografías con el consiguiente tiempo de espera y alguna que otra mala excusa pero suficiente para cerrar el blog unos días y dedicarme a trabajar-vegetar-comer-vegetar).

No podría iniciar mi relato sin antes explicar, obviamente, los días y semanas previos a mi viaje, en los que planifiqué vuelos de ida y vuelta y la logística del mismo. Debo decir que antes de buscar un hotel, estuve tratando de localizar alguna alma caritativa que pudiera ayudarme con el alojamiento por un brevísimo lapso de tiempo, ya que Noruega es un país caro y el alojamiento de un hotel de cuatro noches vaticinaba una hiriente factura a mi economía. Hablando con Lola, una amiga tatuadora que iba a la Bergen Tattoo Convention y a la cual iba a encontrarme con ella, me comentó que había unos algunos hoteles baratos en el centro pero francamente, aparte de seguir siendo caros, no necesitaba una habitación de hotel para visitar Bergen, ya que mi intención era pasarme todo el día en la calle, visitando lugares y fotografiando monumentos. La solución la encontré en Booking.com (si alguno no la ha usado aún, esta aplicación es estupenda para hallar alojamiento de todo tipo en cada rincón del globo); alojamiento en el albergue Piano Hostel, tres noches por ochocientas cincuenta coronas (unos cien euros aproximadamente). Leí los comentarios dejados por antiguos usuarios del lugar y terminó por convencerme. ¡No se hable más!, ¡Al Piano Hostel hay que dormir!

Como ya es tradición en mí, cogí el vuelo de ida bastante temprano y eso me obligaba a pernoctar en el aeropuerto el día anterior, ya que no había transporte posible hasta el mismo desde Steinkjer, tan temprano. Así que, cogí el último tren de la jornada y viajé hasta Værnes Lufthavn (El aeropuerto de Trondheim) dispuesto a pasar la noche tumbado en los cómodos y acolchados bancos del hall principal (No, no es ironía, verdaderamente los bancos del hall del aeropuerto de Trondheim están acolchados y son muy cómodos, se nota que han pensado en este tipo de situaciones).

Confesaré que estaba agotado: últimamente mis horas de sueño se han visto reducidas debido a los a los continuos cambios turno de noche/horario normal, desajustando considerablemente los ritmos circadianos de mi persona. Dicho esto, me aposenté en el banco acolchado que parecía tener mi nombre, con los pies descalzados encima de mi mochila y esperando a que el cansancio obrara solo. Revisé los correos electrónicos pertinentes a la estancia y casualmente en ese mismo instante me llegó un nuevo correo de Booking.com en el que me recomendaba visitar ciertos lugares muy próximos al albergue. Comprobé que este, estaba realmente ubicado al centro y todo resultaba próximo a todo, pero el lugar que más me llamó la atención fue el «Museo de la Lepra«, ubicado a cien metros del lugar de descanso: ¡MUSEO DE LA LEPRA!. ¡Qué lugar más interesante para iniciar mi aventura al sur de Noruega!. Si, amigos, soy un freak y un morboso, pero soy enfermero, las enfermedades de antaño siempre son interesantes y satisfacen mi curiosidad sanitaria (digámoslo así).

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Los Russ y un zombi en medio. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

El sueño se iba apoderando de mi mientras me imaginaba que espantosas criaturas terroríficas podía hallar en tan interesante museo y mi mente ya había tomado el primer expreso a Sueñolandia cuando de repente me despertó el estrépito de voces joviales y ruido de corredizas. Alce la cabeza y me topé con un grupo de Russ haciendo gala de festividad y absoluto cachondeo, presumíblemente con media bodega en sus estómagos; algo me decía que de lo que salia de sus bocas era trondesk al más puro estilo Jägermeister (No hay que menospreciar la habilidad para el idioma en el estado etílico). Se dedicaban a tomarse fotografías mientras competían a ver quien era el más veloz con, a modo de patinete, los carros portaequipajes del vestibulo o carreras maratonianas por la cinta transportadora del equipaje . Sea como fuere, me levanté para mirar fugazmente las peripecias de tan sin par grupo y al rato volví a tumbarme para proseguir con mi sueño. De pronto, las voces callaron y escuché corredizas raudas hasta donde yo me hallaba. Los Russ se sentaron a mi lado y me preguntaron si estaba dormido y me habían despertado. Cuando vieron mi cara de zombi y los ojos medio cerrados y completamente rojos, la chica del grupo me abrazó y se puso a llorar desconsoladamente mientras me pedía perdón por haber interrumpido el descanso del guerrero. Confirmado: Se habían bebido media bodega de Steinkjer y parte de Trondheim ellos solos. No hace falta describir a que huele una persona cuando ha desayunado, comido y cenado cerveza y Dios sabe qué. Me dio tanta lastima por tan repentino drama que terminé por bromear con ella, indicándole que no pasaba nada, al fin y al cabo, había dormido en sitios peores y me han sucedido cosas aún peores.

Ebrios pero haciendo gran alarde de simpatía, estuvieron charlando conmigo, narrándome sus batallitas de Russ y explicándome sus planes de futuro tras el instituto. Me preguntaron si estaba en las Fuerzas Especiales (si, otra vez) y por supuesto, nos hicimos unas fotografías para un recuerdo memorable del evento. Tras esto, se despidieron efusivamente, se metieron rápidamente en el Russ-movil que los había traído al aeropuerto y desaparecieron con la misma velocidad con la que se debieron beber las primeras cervezas de la jornada.

Seguí durmiendo hasta que la alarma del teléfono me indicó que eran las seis de la mañana y con la sensación de no haber descansado absolutamente nada, me puse en marcha para pasar el control y así finalmente, tomar el avión que me llevara a Bergen.

7 de Mayo (Día 1 del viaje)

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Yo en mi más puro estilo «Homeless Style». Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Llegué finalmente a las ocho de la mañana, puntual como la mayoría de los vuelos en Noruega y al salir del basto y antiguo hall del aeropuerto de la ciudad, el aire frío del exterior rozó mi cara y me hizo estar seguro de una cosa (Por si mi zombificación fruto del cansancio me había llevado a otra ciudad, a Moscú por ejemplo). Bueno, en realidad fueron dos cosas que me hicieron estar seguro de que efectivamente había llegado a mi destino: Uno, la lluvia; Bergen está considerada como la ciudad más lluviosa de Europa y como no, una llovizna me recibió con los brazos abiertos. Y dos, el bergensk, ese dialecto tan característico que emplean las personas que habitan en esta ciudad, una mezcla entre noruego y francés, tan imposible de emplear para mí .

Me aproximé a la parada de autobuses frente a la puerta principal del aeropuerto y subí al autobús que me llevaría al centro de la ciudad, con un trayecto aproximadamente de unos quince minutos. Por la ventana de este pude comprobar la afluencia de vehículos que se desplazan hacia dentro y fuera de Bergen y por consiguiente, la cantidad de gente que habita en este lugar de Noruega y no es para poco; se trata de la segunda ciudad más grande de Noruega, con más de doscientos sesenta-mil habitantes aproximadamente. Los frecuentes pero poco duraderos atascos en la entrada a la ciudad indicaban que estaba a punto de entrar a una gran urbe (sin entrar en odiosas comparaciones por provenir de Barcelona, obviamente).

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El Piano Hostel. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero


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Vista del centro de Bergen. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Una vez apeado a la última parada, caminé por la calle transitada, valiéndome del Google Maps, hasta llegar al Kong Oscars Gate 48, ubicación del Piano Hostel. Se trataba de un edificio bajo y moderno que destacaba a diferencia del resto por su fachada decorada como propiamente su nombre indica, por un piano. En la puerta podía leerse que el check-in se realizaba a las once de la mañana así que, como aún era muy temprano, inicie una pequeña excursión exploratoria por las inmediaciones del albergue, quizás movido más por el afán de encontrar la ubicación exacta del «Museo de la Lepra» que tanto me llamó la atención. El cielo encapotado hacía de la jornada, un día gris y la persistente llovizna no atenuó en ningún momento pero eso no me impidió seguir deambulando por las empedradas calles de Bergen, disfrutando de la belleza de sus edificios antiguos y nuevos, en armonía con la majestuosa montaña verde que se encuentra en el horizonte próximo. solo tapada parcialmente por una densa niebla matinal.

Se trata de una ciudad cosmopolita y turística, fundada en 1070 por el rey Olaf Kyrre. Por entonces, era la ciudad más poblada de Noruega y capital de Norgesveldet, una región que incluía Islandia, Groenlandia y algunas regiones de Escocia. Aunque posteriormente Oslo se convirtió en capital de Noruega en 1299, Bergen prosperó y se convirtió en centro de comercio gracias a la exportación de pescado en salazón durante la época de la compañía comercial de la Liga Hanseática. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad y aunque se trata de una ciudad pequeña, aglutina todo el encanto de una histórica y fantástica gran ciudad.

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Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero


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Los antiguos almacenes del Bryggen. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero


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Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero


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Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero


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Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero


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Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero


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Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

El tiempo pasó muy rápido mientras recorría las callejuelas y tras cerciorarme de que el reloj marcaba próximamente las once, me dirigí de nuevo al albergue. Una vez dentro de este, pude comprobar que se trataba de un sitio totalmente aséptico y luminoso, dotado de cocina, dos baños con ducha y dos grandes habitaciones que contenían diez literas con números asignados, cada una. Tras hallar mi nombre asignado a la litera numero cinco y habiendo preparado la cama para usarla más tarde, conversé con otros huéspedes del lugar (chicos y chicas provenientes de todas los rincones del mundo, de China principalmente) con mi oxidado inglés para que me pudieran recomendar algunos lugares para ver y la verdad, no me recomendaron precisamente pocos lugares. Me puse en marcha y portando mi mochila con la cámara fotográfica y el trípode, reinicié mi excursión por la parte más céntrica de Bergen. Anduve un rato hasta llegar al puerto de Vågen, donde se encontraba el Bryggen, una calle flanqueada por edificios hanseáticos de distinto colorido, donde la combinación de arquitectura antigua y moderna ofrece un contraste espectacular al lado del muelle. Pude ver los antiguos almacenes de madera (conocidos antiguamente por Tyskebryggen, el muelle alemán) son realmente bonitos y andar por las callejuelas del Bryggen le da a uno la sensación de retroceder en el tiempo y hallarse cuatrocientos años atrás. Actualmente, los antiguos almacenes son tiendas de recuerdos donde uno puede adquirir todo el merchandising típico para los viajes de placer y regalos a la familia. Cerca de los almacenes hallé el Museo de Bryggen, que acoge la colección de piezas arqueológicas halladas tras el devastador incendio que asolo el muelle en 1955. Entre otras cosas, inscripciones rúnicas del siglo XIV, o el Museo Hanseático, inaugurado en 1872, eran las antiguas dependencias de los mercaderes donde tenían sus oficinas, almacenes y también secaban el pescado. El museo ocupa una de las amplias casas de Bryggen y su interior, de comienzos del siglo XVIII refleja como vivían y trabajaban dichos mercaderes.

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Vista panorámica del Bryggen. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Por Bergen pude comprobar que hay diversos museos de pintura u otros, por lo que no es de extrañar que fuera nombrada Capital Europea de la Cultura en el 2000. Museos, iglesias por doquier y un bello entramado de calles y edificios donde lo nuevo y lo antiguo se fusiona para hacer de aquel lugar algo impresionante, bonito y acogedor. A mi juicio, reúne lo antiguo de Trondheim y lo nuevo de Oslo y hace que verdaderamente, sea la ciudad noruega que más me haya gustado hasta ahora. Pero dejad que prosiga con el relato, que me estoy acelerando.

Tras deambular unas cuantas horas, el estomago, que a veces es mejor indicador de tiempo que el mejor reloj atómico del mundo, anunciaba la hora de comer y tras llenar el estomago con el primer restaurante mejicano que encontré (si, amigos, soy todo un ejemplo del turismo: ir a Bergen para comer en un mejicano), el cansancio fruto de pocas horas de sueño acumuladas y esta sensación de adormecimiento posterior a un bocado, se apoderaron de mí y decidí que, siendo las cuatro de la tarde, podía tumbarme un breve rato y así comprobar la dureza del colchón. Fue acostarme y…

8 de Mayo (Día 2 del viaje)

Me desperté sobresaltado, confuso, y cuando alcancé el teléfono móvil con la mano y vi la hora, me orienté de golpe: ¡HABÍA DORMIDO QUINCE HORAS!.. ¡Qué gran entrada al turismo en Bergen la mía! No hay mal que por bien no venga, hice cura de sueño y estaba preparado para empezar como es de menester, la ruta turística en plena forma. Conversé con mi amiga Lola a través de mensajes de texto para quedar a una hora y lugar, decidiendo citarnos finalmente por la tarde, así que, aproveche la mañana para desayunar convenientemente, leer un poco la guía de turismo sobre el lugar y decidir el primer lugar de visita, y este fue el Fløyefjellet, o más conocido como el Fløyen, una montaña de 320 metros por encima del nivel del mar que recibe el nombre por la veleta apostada en su cima desde hace siglos, indicando la fuerza y la dirección del vientos a los marineros que entran y salen del puerto. Para acceder a la cima hay que usar el funicular, un viejo vagón inaugurado en 1918 pero por supuesto, modernizado a la era actual. Desde arriba uno tiene el placer de contemplar una vista panorámica de toda la ciudad, absolutamente espectacular y como no, la oportunidad de retratarse con el personaje más emblemático de Noruega: El Troll.

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En el teleférico. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero


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Vista al fondo de la ciudad. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero


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Junto al troll. ¡Qué grandes son los trolls en Bergen!. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero


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Vista panorámica de la ciudad. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Una vez realizadas las fotografías de rigor y de verme encantado por la magia del lugar, me dispuse a realizar el trayecto de descenso y como la visita fue más breve de lo que esperaba, le indiqué a mi amiga que la visita a la montaña había sido muy rápida y aunque nos habíamos citado por la tarde, tenia el resto de mañana para podernos ver. Como estaba algo ocupada con los preparativos de la convención, decidimos citarnos para vernos y charlar brévemente en el hall de su hotel.

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Lola García in da haus. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

En realidad, conocí a Lola hace ocho años en Barcelona, en el estudio de tatuaje LTW de la calle Tallers, cuando dibujó en mi piel, el tatuaje de la Marina de mi abuelo. La experiencia fue tan positiva, le gustó tanto la historia (porqué es de suponer que tras todo buen tatuaje hay una buena historia que contar) y hubo tan buen rollo, que hemos ido manteniendo contacto (de forma esporádica, eso si) desde entonces y cuando supe que venía a Bergen a asistir a una convención, decidí que debía verla y ya puestos, volverme a tatuar por ella. Es una tatuadora especialista en el estilo Old School y sus trabajos son impresionantes (para mayor detalle, haced clic al link para acceder a su página web). Si tenéis la ocasión de poneros en sus manos, os prometo que el resultado es brutal: rápida y eficaz, así es ella en su trabajo.

Tras charlar un rato con ella acordamos que volvería a visitarla a las seis de la tarde, hora de abertura de la convención, y que me facilitaría un pase de tres días. Si soy sincero, estaba nervioso, era mi primera vez en una convención de tatuajes y francamente, no sabía que podía encontrarme pero bueno, como soy «echao pa’lante», que le vamos a hacer.

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Homenaje a los Caidos


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Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero


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Buekorps. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero


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Buekorps desfilando. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero


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Buekorps. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Tras salir de su hotel, seguí caminando hasta encontrarme con la plaza que daba al Sjømannsmonumentet (El monumento al Marinero) y me di cuenta de que un numeroso grupo de soldados, veteranos de Marina principalmente, se habían congregado delante del monumento y la banda militar redoblaba los tambores. No había caído que era ocho de mayo y se trataba del Frigjøringsdagen (Día de la Liberación/Día del Veterano), día de la conmemoración del final de la Segunda Guerra Mundial, la victoria Aliada en Europa y este año hace exactamente setenta años de aquello. En Noruega, debido a que fue un país ocupado por el Ejercito Alemán, su celebración es realmente importante y era normal encontrarse con muchos veteranos de Marina reunidos y portando su uniforme de gala (Bergen tiene la base principal del La Marina Real Noruega). A mi, la vida militar siempre me ha atraído y francamente, al ver a algunos ancianos ataviados con su viejo uniforme, saludando al monumento mientras recordaban a sus camaradas muertos en combate, emocionados hasta ver brotarles lagrimas de los ojos, hizo que me embargara la emoción a mi también. Estuve incluso a punto de realizar saludo militar por simple empatía. Una vez terminaban el saludo y callaban los tambores, caminaban despacio y en silencio hasta el siguiente monumento que conmemorase a los soldados de antaño para repetir el ritual. Pude ver asimismo y del mismo motivo, desfilar a los Buekorps (Cuerpo de Arqueros), brigadas de niños portando estandartes y réplicas de lo que fueron las ballestas de hace años o rifles modernos. Los Buekorps aparecieron por primera vez en Bergen en 1850 y forman parte de las tradiciones de la ciudad. Tras vivir aquel día lleno de patriotismo y enaltecimiento a su bandera, un piensa lo realmente bonito que es esa sensación de orgullo para con su patria, su bandera, su pueblo. Algo parecido al que yo siento al ser catalán, obviamente.

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Cartel del evento. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero


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El danés en pleno tatuaje. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Tras ese instante de patriotismo y fanfarria, deambulé por otras zonas de Bergen que hasta ahora no había visitado hasta acercarse la hora señalada. A las cinco y media me dirigí al Logen Teater, un teatro de aspecto reformado en cuanto su fachada pero una vez dentro, el aspecto clásico es patente. Lola salió a recibirme, dándome la pulsera que me permitía acceder al evento durante los tres días y tras subir la escalera del vestíbulo, comprobé la cantidad de artistas reunidos allí. Tatuadores de todo el mundo y de todos los estilos se habían reunido allí para hacer de la tinta una fiesta y durante tres días el RRRRRR de las maquinas era lo que más se podía oír. Fue realmente estupendo e interesante ver la diversidad de este mundo y las técnicas diferentes que uno emplea para tatuar, mentando especialmente la de un tatuador danés. El hombre tatuaba mediante la técnica antigua con la que los nórdicos de antaño adornaban su piel y sólo verle trabajar, eso si, daba grima: presenciar como tatuaba a un hombre en el pecho que debía ser sujetado por una persona mientras él daba golpecitos con una vara y a su vez clavaba reiteradamente la aguja impregnada en tinta, era impresionante.

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En plena faena. NO HACE FALTA QUE HAGÁIS NINGÚN COMENTARIO SOBRE EL LOOK VILLAGE PEOPLE. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Me puse en manos de Lola y en unas horas hubo terminado con el trabajo, que tal como dije antes, es espectacular. Desde aquí, muchas gracias, Lola, por tu trabajo y sobretodo, por tu buena acogida al evento. Terminó justo para poder yo presenciar uno de los espectáculos más extraños que yo haya visto: el evento contaba con la presencia de Erik Sprague, mundialmente notorio como «The Lizard Man» (El hombre lagarto), un hombre de cuarenta y tres años natural de Austin, Texas, que posee todo el cuerpo tatuado a modo de escamas de lagarto, como propiamente su alias indica y en su rostro se pueden apreciar múltiples injertos que le dan un aspecto de reptil. Con la lengua bífida y los dientes limados para terminar de darle un aspecto aún más reptiliano, este curioso individuo deambula por el mundo haciendo lo que en su pecho uno puede leer: FREAK, es decir, ser una rareza y hacer su espectáculo particular y sin par. Al principio creía que iba a realizar una sesión de monólogos al más puro estilo «Club de la Comedia» pero tras su espectáculo, uno se queda absolutamente perplejo: Haciendo gala de su habilidad para efectuar movimientos linguales independientes (movimientos circulares de cada parte de la lengua en sentido horario y anti-horario a las agujas del reloj, arriba/abajo y abrir/cerrar), que era ya brutal, lo posterior a ese ejercicio no se puede describir con meras palabras, así que…. lo mejor, es que veáis las siguientes imagenes:

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Tras dicho freak-espectáculo, sesión de fotos con los asistentes y como no, un servidor también:

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Una fotografía para la posteridad, ya podré tirar la foto de la comunión y la de la orla. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Tras esa jornada llena de emociones fuertes en todos los sentidos, me despedí de Lola y me fui a cenar ligeramente antes de ir a dormir, no sin antes buscar la ubicación exacta del condenado «Museo de la Lepra», que aún no había hallado. Mañana sería otro día. Más y mejor.

9 de Mayo (Día 3 del viaje)

Tras ducharme y prepararme para la jornada del día, hojeé la guía y en ella vislumbré mi siguiente visita. Antes de dirigirme al destino escogido, eso si, deambule antes cerca del muelle; que le vamos a hacer, soy un enamorado de las ciudades portuarias y los muelles tienen un encanto especial, quizás sean los barcos, el olor a mar y el ajetreo habitual del lugar…. quizás en otra vida pasada fui marinero, vete tu a saber. Era temprano y las calles estaban absolutamente desiertas y era un momento perfecto para hacer uso de la cámara fotográfica. Aunque temprano, podía ya encontrarme con los pescadores montando las paradas para vender pescado seco, gambas y otros frutos que el mar ofrece, al lado del muelle, una atracción que vale la pena presenciar. El día, claro, con un cielo absolutamente azul, vaticinaba un día realmente bueno para hacer turismo y especialmente, sería perfecto allá donde quería ir. Para ello, debía usar el tranvía que me llevaría a Fantoft, a cinco kilómetros al sur de la ciudad. Compré los billetes y durante un cómodo viaje de doce minutos, mis pies dieron finalmente a mi destino.

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La iglesia de Fantoft. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Fantoft parece en realidad una gran urbanización repleta de casas unifamiliares, jardines y mucho espacio para andar e ir en bicicleta y gracias a las señales, no tardé mucho en encontrar lo que andaba buscando: Fantoft Stavkirke (La iglesia de Fantoft). Se trata de una iglesia escandinava que fue construida originariamente en Fortun, en el condado de Sogn en el 1150. En 1882 fue trasladada a Fantoft y fue ornamentada con florones en forma de dragón. Por desgracia en 1992 un incendió la devastó y en 1995 fue finalmente reconstruida. Me hallaba frente a la iglesia de madera, cerrada al público hasta el quince de mayo, pero afortunadamente el viaje no fue en vano y pude fotografiarla desde fuera sin temor a que las rejas que la rodean, estropearan las buenas perspectivas. Sin duda, un monumento espectacular.

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¡SKÅL!. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Tras la visita a la gran iglesia y de regreso a Bergen, recorrí la ciudad hasta su extremo opuesto, concretamente hasta la zona universitaria de la ciudad, para poder acceder al Museo de Historia Natural de Bergen. Debo decir que soy un enamorado de los museos de zoología; sin ir más lejos, el de Barcelona era uno de mis museos predilectos y siempre que paseaba por el Parc de la Ciutadella, no escatimaba nunca en comprar unas entradas para verlo.

El museo de Bergen en cuestión, alberga una colección botánica, geológica y zoológica impresionante. Fue construido en 1825 y los majestuosos jardines botánicos en 1897. Cotilleando la guía podía ver las fotografías y estaba realmente ansioso por entrar y ver que maravillas custodia el museo: la sección de zoología es una de las mas completas del mundo y merecía ser vista. Pero mi gozo en un pozo, estaba cerrado por reformas y no volverá a abrir sus puertas hasta el 2018. Bueno, pues…. esperaremos.

Proseguí mi excursión para dirigirme al Bergens Sjøfartsmuseum, el Museo Marítimo, lugar donde se halla la historia de la navegación en Noruega. Fundado en 1921, el museo cuenta con maquetas de embarcaciones vikingas y otras concernientes a la navegación, hasta llegar a principios del 1900, con el inicio de la era de las maquinas de vapor y a motor. El edificio por fuera, de piedra, es muy bello pero el interior es aún mejor. Si tenéis pensado visitar Bergen, es uno de los lugares a explorar.

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Fachada lateral del Teatro Nacional. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Exhausto de tanto caminar, decidí acercarme a Øvre Ole Bulls plass, calle donde se ubica el Logen Teater, y desde allí uno puede presenciar el Den Nacionale Scene (El teatro Nacional de Noruega), cuya fachada principal esta custodiada por la estatua del célebre violinista Ole Bull, un edificio que es todo un icono de la historia del teatro noruego, tanto por su repertorio como sus obras de teatro.

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Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Comí algo rápido y decidí entrar de nuevo al Logen Teater para visitar a Lola en sus quehaceres (y por supuesto, hacer uso del pase gratuito). La convención estaba aun más concurrida que el día anterior y se notaba que había concursos sobre el mejor tatuaje en color o en blanco y negro. El ruido de las máquinas era incesante (bueno, salvo para el amigo danés que tatúa a mano y para Lola, que usa una maquina que no hace ruido). Ya, cotilleando en el interior del teatro, me topé con Fernando Oddone, un hombre que se dedicaba a pintar artísticamente y elaboraba carteles artesanales con absoluta maestría. De hecho, vi a algunos tatuadores que ya habían adquirido algún cartel suyo como expositor y francamente, estuve muy tentado a comprarle uno pero eran realmente caros y no traía conmigo tantos fondos como para realizar semejante compra. «El arte no es gratis«, dicen. Vaya si es verdad.

P1000903 P1000897El concurso de tatuajes era bastante interesante y uno podía ver que maravillas era capaz de tatuarse una persona en el cuerpo: hubo incluso un par de mujeres que subieron al escenario para desnudarse completamente y mostrar todo el cuerpo tatuado. No había apenas atisbo de piel donde no hubiera tinta. Impresionante.

Tras el concurso, volví a despedirme de Lola, que andaba atareada con una chica que quería tatuarse una calavera mejicana y mientras dibujaba con maestría sobre el hombro de la chica, me preguntó si quería asistir a una fiesta post-convención mañana. El plan sonaba realmente bien y realmente no tenia nada mejor que hacer, así que le dije «por supuesto». Salí por la puerta y decidí, tras cenar, que volvía al albergue a ducharme y descansar, charlar con mis padres por Skype sobre Bergen y sobretodo, para buscar por el Google Maps, con calma, el «Museo de la Lepra».

10 de Mayo (Día 4 del viaje)

Me levanté temprano, con ánimo de aprovechar el día y tras recoger mis bártulos y prepararme para irme del albergue, justo antes del check-in del día. Me despedí de los huéspedes con los cuales había ya coincidido algunos días atrás y había interrogado acerca del lugar y tras salir por la puerte, me dispuse a deambular por la parte más alejada del muelle, calle arriba, donde era una delicia perderse a través de las pequeñas y empedradas calles. Los edificios antiguos estaban decorados en alegre colorido y el bullicio dominguero hacían de Bergen una ciudad realmente alegre. Perdí la noción del tiempo, transcurriendo el día rápidamente y mientras caminaba, di de bruces con una concentración de motocicletas (de todo tipo, mayoritariamente custom). Las tan diferentes Harley y Indian eran una delicia para la vista para un amante de las Harleys como yo: motos y familias enteras con críos pequeños ataviados al mejor estilo motero, se congregaban en la plaza próxima al Logen Teater, donde el gentío armonizaba con la bandas que tocaban todo tipo de música: desde rap hasta el más puro punk noruego.

Se empezaba hacer tarde y debía comprobar el horario de autobuses, ya que, fiel a mi tradición, tocaba dormir en el aeropuerto para coger el vuelo temprano el día siguiente. Por desgracia, el ultimo autobús salia a las nueve de la noche y por ello no podía acompañar a Lola al evento, así que, me despedí de ella, agradeciéndole de nuevo el trato recibido y me puse en marcha hasta el aeropuerto.

Al día siguiente, volé hasta Trondheim y el tren me devolvió a Steinkjer, donde tuve todo el día para prepararme para el inminente turno de noche en Steinkjer Sykehjem.

De la experiencia vivida, hay dos cosas sobre el viaje en si y sobre la experiencia en un albergue a comentar, así como el planteamiento de una pregunta (retorica o no, eso sólo está en vuestras manos)

Bergen hasta ahora es la ciudad que de momento me ha gustado más, con diferencia

Sobre el albergue, la cuestión es sencilla: para ir a un albergue, por muy limpio que sea, debe uno ir con la mente muy abierta; si no te gustan los ruidos e incluso los olores corporales ajenos inevitables, no vayas. Al fin y al cabo:

No importa lo fuerte que ronques, siempre habrá alguien que ronque más fuerte que tú.

Y básicamente, la pregunta que planteo es, y perdón por el lenguaje soez:

¿Dónde coño esta el «Museo de la Lepra»?

comentarios
  1. Josep dice:

    Hola.
    Gran entrada! Porto sis mesos vivint a Bergen (Sotra) i veig que no conec ni la meitat de coses que expliques en aquest post.
    Collons, quina empanada que porto!
    Et segueixo a partir d’ara, i si tornes avisa!
    PD ok les HD, però on es posi una Triumph…

    • bobtainer dice:

      Moltes gracies per el teu comentari i sobretot, per seguir el meu modest espai. Es normal que portant 6 mesos es conegui mes aviat poc… En realitat jo porto dos visquent a Noruega i encara hi ha força a aprendre. El que si he fet es documentar-me una mica per el viatge. Un mai s’anirà a dormir sense aprendre quelcom més. Per descomptat si torno a Bergen avisaré. I sobre el tema de les motos… Ho sento, soc un enamorat de les Harley des de que tenia 10 anys. No posso en dubte que les Triumph siguin bones motocicletes, pero la Harley, apart de ser una icona, es una moto de mecanisme sencill i robust que te un soroll que surt del motor que es música per a les oïdes. Obviament si hagués de fer molts i molts kms, abans agafaria una BMW pero, soc un enamorat i un nostàlgic de la marca nord-americana.

  2. Jose dice:

    Hola gran blog, llevo un tiempo entrando mis felicitaciones, en breve viajo a Noruega para trabajar como enfermero, podriamos hablar por correo para unas dudas que tengo y quizas me ayudes a resolverlas??
    Un saludo

    • bobtainer dice:

      Hola, José, muchas gracias por tu comentario. Siempre es agradable que a lguien entre en mi pequeña página, lea y deje un comentario aunque lo es aún más si dicho comentario es positivo. Estaré encantado de responder a todas tus dudas. Mi correo es bobtainer@gmail.com, escríbeme todo lo que quieras saber e incluso si quieres puedes mandarme tu cuenta skype si tienes y charlamos si quieres. Un saludo!

  3. elisa dice:

    Buena experiencia!

  4. Irma dice:

    Hola, me alegro de que te haya gustado Bergen!! La verdad es que es una ciudad preciosa, aunque el tiempo este anho esta siendo un autentico churro. Llevamos una primavera de pena, y el mes de junio no ha empezado mejor, pero si hasta hace mas calor en Finnmark que aqui!!!
    Por cierto, el Museo de la Lepra es muy pequenhito, por eso a lo mejor no lo encontraste, esta en Kong Oscars gaten.
    Y si, los bergensk tienen una forma de hablar que pa´que! Si entras en mi blog, hay una entrada solo relativa al bergensk, jajajaja… Pero a los trøndersk tambien les llega, creo…
    En fin, que vuelve cuando quieras! Casa no te puedo ofrecer porque ya sabes que los pisos aqui son minusculos, pero un cafe o una Coke, o un bocata sin problema.
    Saludos desde la «våt Bergen»!!

    • bobtainer dice:

      Hola Irma! Gracias por tu comentario! Pues la verdad es que me gustó bastante Bergen y seguramente vuelva a hacerle una visita de rigor. Descuida, tomo nota de tu invitación. Un abrazo!

  5. Carmen dice:

    Hola
    Muchas gracias por compartir tus experiencias. Te podría hacer una pregunta? En agosto vamos a Noruega. Iremos a Gerainger, Flam y Bergen. Tenemos una niña de 5 años que esta loca por ver un troll en Noruga, además de à Elsa y a Anna de Frozen, jaja. Bueno, quería pedirte sí podrías indicarme donde encontrar estas estatuas de trolls, porque mi Adriana alucinará.
    Gracias
    Carmen

    • bobtainer dice:

      Hola, Carmen, en primer lugar, gracias por entrar en mi blog comentar… Te diré que esa estatua del troll se halla en lo alto de la montaña más cercana de Bergen… Para ello debéis ir a donde está el funicular (podéis preguntar por allí, no tiene pérdida) y este os llevará a la zona más alta de Bergen y gozar de una fabulosa vista de toda el lugar. Por supuesto, ahí tendréis la estatua del Troll. Disfrutad de Noruega y de las maravillas del Norte. Un saludo.

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