Taza de Pizarra

3 de junio. Hoy hace un mes que estoy viviendo en Steinkjer. Ayer, mientras tomaba una infusión de té verde con canela en la calle, sentado en una silla y al lado de una mesa que está próxima a mi apartamento (cortesía de nuestros anfitriones), he tomado esta foto con el móvil. Mientras daba pequeños sorbos a la infusión aun caliente y la canela llegaba a mis papilas gustativas, observaba la tranquila calle de Kongens Gata y la tranquilidad del domingo era palpable. Veía pasar coches de diversas gamas pero sobretodo, coches antiguos, muy antiguos, en perfecto estado. Y es que en Noruega parece que las cosas están hechas para que perduren en el tiempo: Para mi es impensable que en Barcelona, un coche antiguo descanse en la calle a merced de las inclemencias meteorológicas pero sobretodo a merced de algún individuo (aún por civilizar) que raye la pintura o simplemente decida que debe dejar su marca personal impresa en esa obra de arte. Aquí, los noruegos hacen gala de tal educación y buenas maneras que uno puede dejar su coche aparcado tranquilamente y sin ningún tipo de temor a que nadie lo raye, estropee, orine o vomite. Por no decir que llevo un mes aquí y no he oído ni una sola bocina del coche.

Ayer, Carlos y yo empezamos a hacer las maletas por que hoy (o quizás mañana) nos hemos mudado a Stod y viendo los paisajes que sólo Noruega me ofrece, debo decir que me he enamorado de ellos. Nunca un lugar me había transmitido tanta paz y tanta tranquilidad como aquí. Este es el plan de vida que tendremos en Noruega: moviéndonos de aquí para allí, visitando nuevos lugares, nuevos paisajes, nuevas personas pero sobretodo, ir donde hay trabajo (y que al parecer, lo va a haber y mucho).

Hoy las prácticas han ido muy bien, ya que me he dedicado a hacer domicilios con el coche, junto con la enfermera y he podido darle bastante caña al noruego.  Recorriendo hasta 16 kilómetros a la redonda del núcleo (el hogar de ancianos de Kvam), nos hemos ido conociéndonos mejor; preguntándole yo cosas de Noruega y ella conociendo un poco más la situación de España. Hemos visitado a pacientes con esclerosis que precisan de movilización con grúa, pacientes con demencia que requieren de ajuste de medicación, etc. Hoy se ha aprovechado bastante el día.

Stod será mi lugar de residencia hasta que mi apartamento en Kvam esté amueblado y entonces es cuando estaré viviendo solo y podré enfrentarme cada día al laborioso camino de entender a los noruegos, a trabajar con los ancianos de Kvam una vez terminadas las prácticas y en mayor o menor medida aprender a valerme por mi mismo en un ambiente extraño aunque acogedor (esto no es Barcelona ni estoy cerca de casa de mis padres precisamente). Llevo ya un mes y el tiempo pasa muy deprisa, y aunque hay ciertos días y ciertas horas que la nostalgia invade mi corazón (y es normal, nunca he estado tanto tiempo fuera de mi ciudad, lejos de los míos y de mis amigos), me reconforta contar con excelentes personas aquí y mantenerme realmente ocupado con un sinfín de quehaceres. Cada día es una nueva aventura en la que poco a poco, crezco como persona y hace que la visión de la vida y de las cosas sea poco a poco mas amplia. Alguien muy sabio me dijo una vez, citando de Goethe:

Vive la vida como los astros del cielo, sin prisas, pero, sin pararte

Y esta experiencia me enseña que no debo pararme sino que debo seguir adelante, enriqueciéndome con las vivencias que voy teniendo, las personas que voy conociendo y los lugares que voy visitando, a cada paso que doy. Ser como un astro del cielo, sin prisa, sin pausa. Nada de miedo, todo corazón. Soy un chico de Barcelona que ha dejado su familia, sus amigos, su hogar, su tierra y hoy (o quizás mañana) se encontrará sentado en una vieja silla de madera, degustando con sorbos lentos un té verde con aroma a canela, bajo un porche en el apartamento de Stod, Noruega. Y mientras ocurre eso, estará contemplando el verde y bucólico paisaje de un día lluvioso y encapotado, escuchando el apaciguador sonido del silencio, solo cortado por la ligera e intermitente brisa o el canto de unas pocas gaviotas y oliendo el aroma de la tierra mojada por la lluvia, junto con el del césped recién cortado y todo ello entremezclado con el delicioso olor a canela de la infusión.

Paz, tiempo y saber que este es mi nuevo hogar. Un verde, basto, acogedor y nuevo hogar.