Taza de Pizarra

Finalmente, el día que todos nosotros esperábamos llegó. Ayer nos examinamos de noruego nivel B1 a nivel escrito, oral y comprensión. Esperado y temido también. No por miedo a aprobar o suspender (más que nada, la mayoría ya sabíamos como iba a ir) sino más bien por temor a decepcionar a nuestros jefes, que hacen día tras día un esfuerzo económico para contentarnos con nuestras exigencias, que no son pocas.

A eso de las 10 de la mañana nos hemos dirigido al examen escrito y de comprensión y unas horas más tarde hemos salido del centro con caras más largas que alegres, aunque también con ligera resignación por saber lo que podíamos encontrarnos. Después de comer y descansar un poco hemos ido a hacer la última parte del examen, la oral. Como era una prueba a la que también coincidíamos con otras personas que viven en Steinkjer de procedencias varias, hemos echo el examen juntos. En mi caso, hice el examen con un chico y una chica de Eritrea que llevaban ya 3 años en Noruega y por tanto, con un noruego más curtido que el mio. Estuvimos hablando entre los tres sobre nosotros mismos, sobre cultura general de cada uno de nuestros países, sobre películas y libros predilectos e incluso si creemos que hacen muchos deportes en la televisión. Todo eso en noruego y bajo la supervisión de las examinadoras, que anotaban en una lista las observaciones pertinentes. Debo decir que no me fue nada mal, comparado con las otras pruebas. Ya veremos las cualificaciones.

Al salir del centro y después de despedirme de los dos de Eritrea, deseándoles buena suerte, compruebo que todos mis compañeros y André (uno de los jefes) me están esperando para coger el bus: Estamos invitados a una barbacoa con Håvard. El lugar de encuentro, al lado del fiordo en Beistad, un pueblecito cercano a Steinkjer. Subimos al bus, sonrientes, y nos sentamos en las asientos contemplando el frondoso paisaje de arboledas, solo cortados por los campos de cultivo. Al cabo de 15 minutos, llegamos a nuestra parada y nos pusimos a caminar a fila de uno por la carretera hasta llegar a un camino de barro seco. Los arboles aún nos tapaban la esplendida vista que íbamos a encontrarnos.

Llegamos finalmente al lugar de la barbacoa, a escasos metros del fiordo se encontraba la caseta donde se guarda el material de las barcas de Håvard. Solo que esa caseta estaba adecuada con sofás, sillas a modo de amplio comedor. Un autentico lujazo. A pie de la caseta, se habían hecho unas cuidadas brasas, donde Håvard, Håkon (primo de Håvard), que iban vestidos para la ocasión (al mas puro estilo Redneck, vaya) junto con André empezaron a sacar comida y bebida. No han faltado patatas, cervezas, y ensaladas mientras los tres noruegos cocinaban en las brasas la panceta, los filetes, las salchichas y las alitas de pollo. Menuda comilona hicimos allí.

Las vistas del fiordo con las montañas al fondo ofrecían un paisaje que transmitía un paz enorme, que solo era cortada por nuestras risas. Mientras iba pasando el día (o la noche, por que eran las 10 de la noche pero aun había un sol impresionante) y los postres llegaron a nuestras manos, nos levantamos de las sillas y aplaudimos a nuestros anfitriones por ese gran banquete y ellos nos premiaron con una tímida sonrisa. La música de los potentes altavoces del coche de Håkon amenizaban aun más la velada y mientras hablábamos entre nosotros de los aspectos cotidianos de Noruega, Håkon y Håvard desaparecieron un momento para volver a aparecer vestidos en bañador y se dirigieron al fiordo para meterse en la gélida agua. Al principio nos quedamos sorprendidos al verlos pulular tan alegremente hacia la orilla hasta que André nos comentó que eso lo hacían también en invierno.

De pronto, mi cuerpo me pidió hacer también esa acción y empecé a desnudarme hasta quedarme en calzoncillos, aun viendo como salían nuestros anfitriones del agua de un color azulado que anunciaba que efectivamente, ésta estaba realmente fría. Me dirigí hacia el fiordo y mis pies notaron de golpe el agua gélida, pero aun así seguí entrando hasta que me metí entero. Fue un baño breve, entrar y salir y me dirigí de nuevo a la orilla para secarme. Y lo estaba haciendo hasta que mi cuerpo me volvió a pedir meterme de nuevo.. y nadar… un poco mas lejos. Volví a dejar la toalla y yendo corriendo, sorteando las piedras y los bancos de algas de la pequeña playa, entré en el agua y me zambullí en el oscuro fiordo para nadar hasta una plataforma de madera que había en él. Al principio me costó un poco subir pero cuando lo hice, una sensación de libertad y paz recorrieron todo mi cuerpo. Una paz que hacía tiempo que yo no sentía y mientras mis compañeros a los lejos gritaban y reían, contemplé desde esa plataforma el majestuoso fiordo ante mis pies y las montañas verdes a los lejos, escondiendo a mi derecha el sol, que poco a poco tímidamente iba descendiendo. No sentía frío, no tiritaba mi cuerpo, solo sentía paz y sosiego ante tal hermoso paisaje. Mi primer baño en el fiordo un 28 de mayo.

Volví a la orilla para secarme, saliendo del agua completamente renovado, resucitado. Justo a tiempo para empezar a recoger el estupendo pic-nic y el minibus vino a buscarnos para llevarnos a Steinkjer. Ese trayecto fue más que animado y se convirtió en una gran fiesta, con luz algo tenue y música alta a más no poder, moviéndonos con las manos en alto y berreando cada palabra de aquellas canciones. Llegamos a nuestro destino y dimos por concluido ese día y procuramos meternos rápido en la cama para que comenzara una nueva jornada.

Que gran día fue aquel pero sobretodo, que gran voluntad tienen estos noruegos para acogernos y realizar actos como aquella barbacoa, que fue para mi y para el resto de los presentes un detallazo. Y también está el fiordo, el oscuro y gélido fiordo. Al que volveré a visitar algún otro día.