A 336 metros sobre el nivel del mar

Publicado: 9 mayo, 2013 en De Barcelona a Steinkjer
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Aprovechando que hoy, 9 de mayo, día de la Ascensión, es fiesta en Noruega y por tanto, cualquier establecimiento está cerrado, hemos decidido hacer una excursión que tenia como excusa, no solo la de conocer un poco más la ciudad que nos acoge o la de estirar un poco las piernas, sino a mi juicio también, la de hacer una actividad conjunta todos juntos, en hermandad. Así que, después de desayunar bien, de vestirnos adecuadamente y calzarnos nuestras mejores botas, nos hemos preparado unos bocadillos y nos hemos dispuesto a iniciar el paseo. Como hoy ha sido un día ligeramente encapotado, acompañado de una ligera y continua llovizna que solo ha cesado en plena tarde, el trayecto prometía ser menos pesado que haberlo realizado con un sol de justicia azotándonos. El destino de hoy: Oftenåsen, una colina que se sitúa a 336 metros sobre el nivel del mar y que, seguramente nos ofrecería una vista esplendida de Steinkjer.

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Cementerio de Steinkjer. Foto: Alba Gracia Sierra

Cristina MG (Martinez Gutierrez), Nerea, Irene, Carlos, Alba, Laura, Lara, Tere, Rebeca y yo, salimos del apartamento y sin prisa pero tampoco sin pausa, nos hemos dirigido dirección sur, por la carretera que rodea el cementerio de la ciudad, un lugar de reposo eterno bastante bonito. De ese cementerio había un camino estrecho que se abría paso al bosque de la zona, compuesto por grandes encinas y altos abetos y el olor a musgo llenaba el ambiente apacible de aquel lugar. Mientras nuestros pies nos llevaban hacia nuestro destino, aprovechamos para hacer las primeras fotografías de las primeras vistas del panorama con el fiordo y las montañas nevadas al fondo, pero siendo hoy un día nublado, la escasa luz permitía imágenes de gran calidad (y eso que tenemos a buenas fotógrafas en el grupo).

Una vez hemos salido del bosque, hemos seguido un camino llano y asfaltado que lleva a Tranabakkan, una carretera rodeada en lado y lado por unas pocas casas al estilo noruego: bajas, de grandes ventanales y presumiblemente bien adaptadas a las inclemencias metereológicas (para quien quiera tener una ligera y vaga idea de lo que estoy hablando, imaginaos la casa del abuelo de Heidi, pero sin a Niebla ni Copito de Nieve pululando por los lares). El camino, a causa de la humedad del lugar y la llovizna del día iba empezando a calar el suelo y podíamos presagiar que seria un trayecto de barrizales.

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Mapa de Oftenåsen. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

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Trana. Foto: Cristina Martínez Gutierrez.

En el trayecto hacia Tranabakkan encontramos el primer mapa de situación y después de comprobar que íbamos por el camino adecuado, seguimos por la carretera de Sneppahauguen, una vía asfaltada, rodeada por campos aún sin sembrar, anchos hasta donde la vista alcanzaba y el olor a abono recién echado impregnaba aquel lugar. Nos hemos topado también con una granja con algunos caballos y un pequeño pony, comiendo tranquilamente alfalfa mientras nosotros les hacíamos algunas fotos. Parecía que estaban posando para nosotros. Seguimos caminando un poco mas, hacia una ligera subida que daba acceso a Trana, un pequeño llano donde ofrecía una buena panorámica de Steinkjer desde arriba, con el fiordo y las montañas nevadas de fondo. Hemos hecho unas cuantas fotos y en ese instante, se nos ha ocurrido la feliz idea de hacer, mediante nuestros cuerpos y cada uno una letra, la palabra Steinkjer. Huelga decir que si volvemos a hacer este tipo de fotografía prometemos perfeccionar la técnica empleada.

Llegamos al punto en que había dos opciones a seguir que daban al mismo lugar: El primero, un camino de 3 kilómetros que parecía ser bastante llano y otro de 1’6 kilómetros que en su inicio parecía bastante inclinado. Los 10, después de comentar los pros y contras de escoger uno u otro camino, nos hemos decantado por el camino mas largo, ya que parecía ofrecer ciertas garantías de comodidad. Y así lo parecía… al menos al principio.

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Pendientes mas que pronunciadas. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Al inicio del camino, este serpenteaba ligeramente, con camino de grava y con las primeras manchas de nieve, que aun perduraba a causa del tiempo. Pero a medida que avanzábamos, íbamos comprendiendo por que los demás caminantes escogían el trayecto mas corto: empezábamos a encontrarnos caminos de grava mojada y con hielo resbaladizo… con pendientes mas que respetables que nos hacia transpirar de forma considerable. Mas de uno y una sacaba el hígado por la cavidad oral y se acordaba de algún ancestro de los que decidieron el camino «largo pero llano». A cada paso que dábamos, más inclinado era el terreno y más hielo y nieve nos encontrábamos, sin mencionar que la llovizna en ningún momento ha cesado. Finalmente, cuando creíamos que el terreno se volvería aún más inclinado, más nevado y aun más mojado, llegamos a la cumbre, en Peilehytta, un lugar llano que ofrecía algo por lo que ha valido la pena subir: Una excelente vista (y mejor que en Trana) de la ciudad, fiordo y montañas.

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Peilehytta. Foto: Cristina Martínez Gutierrez

Una casa dotada de una gran antena de radio (que parecía bastante antigua) ocupaba aquel llano y de esa casa salió un hombre de cara alegre que nos recibió de forma encantadora, ofreciéndonos café o chocolate caliente. La primera paga la casa por que sois mis huéspedes, pero solo la primera taza, nos dijo con su mejor ingles. Mientras inspeccionábamos la casa, otro hombre nos ofreció un mini tour del habitáculo y nos explicó (y así aprovechamos una vez mas para poner en practica lo aprendido en las clases de noruego). Resulta que aquel sitio fue construido en 1949 y que era un lugar que mientras duró la Guerra Fría se usó como estación de radionavegación militar (secreta) y actualmente es un refugio de paso para los caminantes con ansias de visitar lugares ligeramente remotos en el Nord-Trøndelag-. También nos contó que en la Segunda Guerra Mundial, los submarinos alemanes eran de origen noruego. Mientras escuchábamos aquel hombre, nos dábamos cuenta de lo bien que iban los libros de texto que usábamos en las clases, ya que sus textos estaban plagados de cultura general noruega que nos ilustraba su historia y a la vez nos enseñaba el idioma nórdico.

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Escuchando atentamente al noruego de Peilehytta. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero

Mientras comíamos nuestros bocadillos y saboreábamos esas tazas de chocolate humeante, disfrutamos de aquel momento de descanso y podía comprobar como todos teníamos esa sonrisa de complicidad y me hacía pensar de inequívoca que vivíamos una gran experiencia que para bien o para mal, indica que este viaje a Noruega será una magnifica aventura.

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Comiendo en «familia». Foto: Cristina Martínez Gutierrez.

Cuando llegó el momento de irnos, nos despedimos de aquella gente tan encantadora y de la misma forma que llegamos, nos fuimos, a paso firme para volver a nuestro hogar. Pero habiendo aprendido de la experiencia del día optamos por el camino corto. De todo se aprende.

Ya en Steinkjer, una ducha caliente y ese momento tan solemne y esperado: quitarnos el calzado tras una excursión con pendientes, hielo y frío, nos esperaba. Ha sido un día magnifico, uno de tantos que nos esperan a los 15 que vivimos esta experiencia. Ha sido una gran excursión, pero no será la última. Seguiremos informando.

comentarios
  1. Juan Aldrufeu Navarro dice:

    En la la vida, primero hay que subir por las cumbres para encontrar el camino llano. Seguir buscando, aprendiendo, enseñando. Besos para todo el grupo

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