… Y sigue escribiendo el blog, dijo Carlos, sonriente pero con mirada melancólica al lado de mis maletas. Estábamos en la estación de Ås un mediodía soleado y las inclemencias meteorológicas habían respetado la jornada de viaje de vuelta a Steinkjer. En cuanto el ruido del tren se hacia cada vez más notorio, arribando cada vez más y más éste a la estación, nos acercamos para darnos un caluroso y sincero abrazo y de mi boca salió Tío, eres la familia que aquí no tengo, te voy a echar de menos y Carlos, sonriente respondió con un y yo también, Bruneke (Así me llama cariñosamente). Y se produjo un silencio nada incomodo. Jamás un silencio había dicho tanto (Lo lamento, pero esto no es Brokeback Mountain y por tanto, los tiros no van por ahí). Me ayudó con las maletas y ya dentro del vagón nos estrechamos la mano y un cuídate al unísono salió de nuestras bocas. Las puertas se cerraron y el tren se puso en marcha para llevarme a la estación de Oslo.
Recuerdo ese instante muy bien y creedme, fue un momento emotivo entre dos amigos que empezaron esta aventura juntos y tras un tiempo viviendo alegrías y tristezas por tierras nórdicas, deben separarse (esperando eso si, que sea por un tiempo prudencialmente corto). Pero no sería justo empezar el relato de mi llegada a Steinkjer sin antes contaros lo acontecido antes. Ahí va:
Esencialmente, mi experiencia en Ås ha sido subjetivamente poco fructífera; el trabajo ha brillado por su ausencia y los días pasaban rápidamente mientras el resto de tropa trabajaba (unos más que otros). Debía mejorar mi nivel de noruego y dada mi inactividad estival durante más de dos meses, mi idioma estaba realmente oxidado. Básicamente, lo que hacía en esa pequeña ciudad era estudiar, ir todos los días a correr por la pista de atletismo cerca de mi casa para liberar estrés (correr por una pista durante una hora a temperaturas de -2 a -7 grados es una actividad realmente desestresante) y vegetar. Cris G., se prestó a ayudarme con el noruego (actualmente tiene un nivel excelente aunque ella lo niegue) y gracias a su paciencia y a sus clases, éste parecía mejorar moderadamente. Ella también me ayudó a preparar una entrevista de trabajo en el centro que hay en Nesodden y debo decir que me fue bastante bien e incluso me dieron la oportunidad de probar un día para ver como me desenvolvía en la unidad pero por desgracia, no llegué a trabajar allí por que veían que mi noruego no tenia suficiente nivel (y es que en Oslo, el nivel de exigencia del idioma es realmente alto) También fuimos unos cuantos a clases de noruego en Oslo los lunes y miércoles de nueve a doce y huelga decir que fueron bastante positivas. Pero el trabajo seguía sin llegar y aunque cada día preguntaba a Håvard y André insistentemente por las ofertas de empleo, la respuesta siempre era la misma. Gracias a mis compañeros de Noruega Shore por el caluroso apoyo recibido, especialmente Carlos, Cris G. y Alba, que siempre estuvieron allí para darme una palmadita en el hombro.

Pack «Å være Nordmann 3000» (Winter Edition) by Cristina Martæinez Gutiérrez. Foto: Bruno Aldrufeu Quiñonero
Y un día, me llegó la esperada noticia: volvía a Steinkjer para poder trabajar. Aunque al principio acepté a regañadientes, después reflexioné y ya que uno ha de ser práctico, se debe ir donde hay trabajo. En principio debía irme el miércoles de la semana anterior, por lo que adelantamos los regalos del Amigo Invisible que organizamos para amenizar un poquito las fiestas navideñas en este país oscuro (el ocaso llega a las tres y media y a las cuatro ya es de noche) y gélido. Decidimos que adelantaríamos el evento y de forma exclusiva, yo daría mi regalo a quien me tocara regalar y a mi Amigo Invisible, regalarlo a mí. Cris MG. fue mi Amigo Invisible y me obsequió un kit de supervivencia noruego llamado Pack «»Å være Nordmann 3000» (Winter Edition)», compuesto por: Un tarro de mermelada (algo muy noruego), un ovillo de lana (algunos de Noruega Shore les ha dado por hacer calceta, actividad que yo aún me resisto a realizar), un par de vasos de yogur atados con un cordel y en sendos vasos había escrito «Decodificador Bokmål-Trondelsk» (muy «útil» si uno quiere entender el dialecto. Risas aseguradas), una colección de bigotes postizos marca «El orgulloso Håkon» (Algún día os narraré el apasionante relato de Håkon y su bigote pero eso, amigos míos, es otra historia), un pequeño kit de emergencia para necesidades fisiológicas (compuesto por un profiláctico por si hay la oportunidad de utilizarlo con alguna valquiria de ojos azules y una barra de chocolate en el caso de que esa necesidad fisiológica no fuera cubierta) y finalmente, lo que más gracia me hizo; una caña de pescar de juguete con un anzuelo imantado para pescar peces de plástico con la boca metálica (algunos os preguntareis que tiene eso de gracioso. Bien, la explicación es esta: Los noruegos cuando van al baño, en lugar de llevarse una revista, un libro o incluso el móvil para jugar al Candy Crush mientras están sentados en la trona, lo que hacen es… ¡pescar!). ¡Cómo nos reímos aquel día!. La sorpresa fue aún mayor cuando Nerea recibió mi regalo y descubrió… ¡un kit de supervivencia muy parecido al que yo recibí! ¡Que gran coordinación y lectura de mente tuvimos la asturiana y yo!
Después de ese feliz día, seguí esperando a recibir los billetes pero veía que éstos no llegaban, hasta que el viernes recibí los pasajes de avión y tren para viajar hasta Steinkjer el domingo para empezar a trabajar el lunes. El asunto se había puesto finalmente en marcha. Me despedí de los integrantes de Noruega Shore los días previos a mi partida y bueno, debo decir que por un lado no quería irme de Ås por ellos, pero por otra, estaba deseando empezar a laborar de una vez. Empaqueté mis maletas y Carlos y yo comimos juntos para dirigirnos después a la estación, puesto que él se había prestado a ayudarme con mi equipaje. La despedida fue emotiva y cargada de sentimientos de nostalgia y cariño e incluso cuando las puertas del vagón se cerraron para que éste se pusieran en marcha y me llevaran a mi destino: Oslo Sentralstasjon.
Llegué a la estación de Oslo a las dos veinte y a su vez, debía coger otro tren que me llevaría a Oslo Lufthavn (el aeropuerto), donde cogería un avión a las cuatro y veinte y me llevaría a Trondheim. Tras facturar las maletas y pasar el control, esperé hasta llegar el momento de embarcar y bueno, el viaje fue corto, con los tiempos de salida y llegada estrictamente respetados. Una vez en Trondheim, por desgracia las maletas salieron tarde y tras ver que el tren que me llevaría hasta Steinkjer se iba sin mi, como diciéndome «Ha Det Bra» (Adiós en noruego), tuve que esperar dos horas en la calle con la temperatura bajando paulatinamente, a la espera del siguiente tren. A las ocho menos cuarto, éste llegó y viajó durante dos horas hasta llegar a mi destino a las diez menos cuarto de la noche, donde Håkon (Si, el primo de Håvard que trabaja con mis jefes. Y si, es el mismo Håkon que protagoniza el asombroso relato de «Håkon y su bigote», que prometo relatar algún día) estaba esperándome en su coche para llevarme hasta la casa donde antaño Noruega Shore hizo su primer encuentro durante el verano. Mirando a través de la ventanilla del coche me dí cuenta de cuanto había cambiado el panorama en la ciudad, ya que la nieve y el hielo cubren de forma exagerada las calles de aquí (como les dije a mis compañeros en Ås, esto no era Steinkjer, era Invernalia). Una vez allí y ya instalado, conocí a otros enfermeros que se han embarcado en esta experiencia por países nórdicos; está Carlota de Galícia y Andreu de Valencia, que junto a él está su pareja, Ana, también valenciana y Técnico de Farmacia. Muy buena gente la verdad. Tener personas cerca que hablan tu mismo idioma te produce una sensación de cercanía, una extraña sensación que combate perfectamente a la nostalgia que solo los que hemos abandonado nuestro hogar y nuestra familia, tenemos vivamente, sobretodo por estas fechas. Pero dejaremos este capitulo para más adelante.
Es mi tercer día trabajando en el Steinkjer Sykehjem y el ambiente es muy agradable, las enfermeras y las auxiliares se prestan siempre a ayudarte con una sonrisa en la boca y solo tienen palabras amables para dirigirse a uno. Los pacientes también son muy agradecidos y siempre tienen el «Tusen Takk» (Muchas gracias) saliendo de forma cantarina de sus bocas. Este trabajo es un buen empujón para desarrollar de nuevo mi capacidad idiomática, que aprovecho al 200%.
Tras finalizar mi jornada laboral, he llegado a casa y aun recordando las palabras del burgalés al despedirnos, he escrito el post de hoy, obviando que últimamente no he narrado nada (pido perdón a los asiduos de este blog por mi tardanza), ya que francamente, no había mucho que contar. Dudo que narrar mis monotonías en Ås fueran de especial interés para los que me leéis; particularmente, entiendo que escribir sobre lo que he comido, que música escucho o cuantos kilómetros corro no es una lectura especialmente interesante. Pero hoy, tras tener algo que contar, escribo estas lineas dedicadas a él. A mi gran amigo Carlos. En cuanto nos volvamos a ver, seguramente nos tomaremos unas unas cervezas, charlaremos sobre el final de Breaking Bad y nos reiremos de las mismas tonterías con las que nos reíamos cuando vivíamos en Ås.
Si estás leyendo esto, socio, este post hoy va dedicado a ti. Te echo de menos.
[…] sin ninguna persona con mi lengua materna cerca (a excepción del grupo inicial con quien vine, Carlos, Carlota o Lola, pero todos ellos de forma muy breve), sin apenas apoyo alguno. He llegado a […]
Me gustaMe gusta