Vacaciones de verano (Parte 1)

Publicado: 22 agosto, 2017 en Noruega 4.0
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¡Finalmente las vacaciones de verano dan inicio!

 

Es el momento de hacer realidad lo que en mi mente llevo planeando desde hacía mucho, mucho tiempo: recorrer una parte de Noruega, concretamente Vestlandet, recorrer la famosa Carretera del Atlántico y tratar de llegar a Odda durante mis tres semanas de vacaciones. Esto sería tarea fácil si dispusiera de medio de transporte propio y si decidiera pernoctar en hotel/camping/albergue pero decidí moverme por medio del sistema de transporte público noruego (autobús y/o tren) y solo pernoctar con mi tienda de campaña, haciendo uso del derecho a la acampada libre que afortunadamente los países escandinavos (Dinamarca, Finlandia, Suecia, Islandia y por supuesto, Noruega) permiten. Aún así, es importante remarcar que existen una serie de normas acerca de dicho derecho y éstas son:009

1.- No se permite acampar dentro de cualquier núcleo urbano a menos que sea en una zona de acampada (lógicamente de pago).

2.- No se permite acampar dentro de una propiedad privada (a menos que uno hable con el propietario y éste lo permita) y situar la tienda como mínimo a ciento cincuenta metros de dicha propiedad.

3.- No se permite pernoctar más de cuarenta y ocho horas en el mismo lugar de la zona de acampada: una cosa es acampar para pernoctar y descansar por la noche y otra cosa bien distinta es establecer tu residencia de forma permanente en una zona con una tienda de campaña, cual gitano nómada.

Conociendo dichas reglas y habiendo consultado los posibles itinerarios disponibles, establecí que visitaría lugares tan importantes como Flåm, Borgund, Gudvangen, Kristiandsund, Atlanterhavveien (la Carretera del Atlántico), Måløy y luego visitar de nuevo el Trolltunga junto con Isa. Total: un viaje de mil doscientos kilómetros y aproximadamente veintiuna horas (si decidiera hacer todo del tirón) que, evidentemente, repartiría durante los días de mis vacaciones.

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Mapa del recorrido planeado. Haz clic con el ratón para agrandar la imagen.

Para el viaje me procuré de mi querida Wanderlust -mi mochila azul de 65 litros de capacidad de la marca Bergans of Norway que hasta la fecha ha sido testigo de un sinfín de lugares visitados-, la tienda de campaña y la cámara de fotos. Por supuesto, contando con que trataría de no ir a ningún lugar donde pasar la noche, me agencié un cargador solar de 25 vatios con el que trataría de cargar el teléfono móvil lo máximo posible.

Tras llenar la mochila con lo estrictamente necesario para «sobrevivir» tres semanas a la intemperie, atar con un pulpo la tienda de campaña a Wanderlust y salir por la puerta de casa ataviado con lo previamente mencionado, pareciendo más bien alguien que iba de camino a invadir Polonia en versión turista, salí a las seis de la mañana, aún con el cielo algo oscuro y ligeramente encapotado, dirección a la parada de autobús de Elverum para viajar hasta Hamar y una vez allí, tomar otro autobús con dirección a Mjøsbrua y a su vez, otro transporte me recogería en la parte oeste del puente para llevarme hasta el primer lugar a visitar: Flåm.

Mjøsbrua vestside (el lado oeste de Mjøsbrua)

 

Flåm

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Después de varios viajes en autobús a través de los majestuosos paisajes que solo la región de Sogn og Fjordane posee, llegué a las dos de la tarde a Flåm, un pequeño y turístico pueblo perteneciente a Aurland, rodeado por el fiordo que recibe el mismo nombre que el municipio y por el Sognefjord, el fiordo más grande de Noruega y el segundo más grande del mundo. Se trata de una población de algo más de trescientos cincuenta habitantes que día sí y día también recibe la visita de cientos de turistas que llegan a traves de sus aguas por medio de portentosos cruceros, tan grandes como edificios, atraídos por la belleza del lugar y sin duda, por sus atracciones turísticas más destacables: la ruta por los fiordos mediante un barco, la visita a Ægir Bryggery, la fábrica donde elaboran la cerveza local, cuyo brebaje ha sido galardonado diversas veces con múltiples premios debido a la excelencia de ésta. Por supuesto, no podía faltar tampoco el Flåmsbana, un viaje en un antiguo tren a través de las montañas y majestuosas cascadas hasta Myrdal, catalogado como uno de los viajes en tren más bonitos del mundo.

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Decidí decantarme primeramente a viajar con el tren de Flåm aunque al tratarse de una atracción turística más que concurrida, tuve que comprar los billetes para las ocho de la tarde (el ultimo ferrocarril que sale desde Flåm) y puesto que mi siguiente destino era Gudvangen, debía optar por un viaje de ida y vuelta y esperar al siguiente autobús para el posterior destino. Por ello, y disponiendo de bastante tiempo antes del viaje, comí un poco, visité la fabrica de cerveza donde pude deleitar mi paladar con sus elaboraciones y visité el museo del Flåmsbana donde pude aprender un poco acerca de la historia de tan carismático ferrocarril.

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Una vez el reloj marcó cerca de las ocho, llegó el momento de subir al tren y acomodarme en los asientos de uno de los antiguos vagones, por supuesto, al lado de una ventana para poder tomar fotografías del espléndido paisaje. Debo decir que la aventura no decepcionó: Por ello Lonely Planet Traveller lo designó como el mejor viaje en tren del mundo.

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Tras volver a Flåm y comprobar que era demasiado tarde para poder viajar en autobús hasta Gudvangen, decidí acampar en una clariana en el bosque a las afueras del pueblo, a escasos metros del fiordo y pasar la noche entre árboles, mosquitos y océanos de silencio y tranquilidad.

Pasadas unas cuantas horas de sueño, la oscuridad dio paso a un amanecer gris, lluvioso y fresco donde el petricor se mezclaba con el aroma de la avena y agua calentada con el fogón al abrigo de una caseta donde los turistas hacen barbacoas al borde del fiordo. Como aún disponía de tiempo para tomar el bus, decidí tomar un café caliente en la cafetería y al mismo tiempo, aprovechaba para cargar el teléfono (como ya habréis imaginado, el cargador solar no carga bien en días lluviosos) y leer un poco -ni más ni menos, que el Señor de los Anillos, apasionante libro- hasta que llegó el momento de ponerse en marcha y viajar hasta Gudvangen.

 

Gudvangen

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A un cuarto de hora de Flåm en transporte público, se encuentra el pueblo de Gudvangen, localizado al final del fiordo de Nærøy (Nærøyfjorden) por el cual es posible navegar mediante canoa o bote neumático (si se trata de un grupo numeroso) pero lo más destacable en este lugar es el pueblo vikingo -Njardarheimr, así se llama el pueblo, tan impronunciable como fascinante-, un viaje de apasionantes cuarenta y cinco minutos a través del tiempo donde uno puede conocer como vivían los hombres y mujeres nórdicos en aquella época; sus costumbres, sus leyes, sus creencias, su dieta, su vestimenta y la confección de ésta. Pude ser testigo de todo ello mientras el guía de ese viaje, un escocés que fue secuestrado cuando era niño y fue acogido como un vikingo más, nos narraba con cierto sentido del humor y más que realismo, la historia del pueblo que lo acogió. Un espectáculo muy recomendable para grupos familiares y para los más pequeños, eso sí, todo en inglés.

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Después de vivir la experiencia de andar entre cabañas y barcos vikingos, tuve que regresar al presente, en el siglo XXI. Aproveché el momento en que dejó de lloviznar y el sol hizo acto de presencia hasta tal punto de tener que desvestirme y quedarme en manga corta, para comer algo caliente mientras turistas japoneses venían a hacerse fotos conmigo, fascinados por encontrarse a un individuo portando una mochila inmensa atada a una tienda de campaña y calentaba con el fogón una fabulosa ración de estofado de carne de alce mientras cargaba el teléfono con el cargador solar.

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Con el estómago lleno y la mochila unos gramos menos pesada, lié de nuevo el petate y anduve hasta las afueras del pueblo donde estaba la parada de autobús más cercana para dirigirme al siguiente destino:

 

Borgund

Lo bueno (o lo malo, según se mire) de planificar superficialmente los viajes es que uno no está sujeto precisamente al noble arte de vagar por el mundo con intransigencia o tener horarios de autobús o tren completamente controlados. Después de todo, me considero un improvisador y al actuar de este modo se obtienen resultados inesperados como el que a continuación voy a narrar: Tras comprobar que desde Borgund (o desde Flåm) requeriría de un día entero para llegar a Kristiandsund, otro día adicional para llegar a Ålesund a través de la Autopista del Atlántico (atravesando Molde y algún que otro pueblo más), llegué a la conclusión de que no llegaría a tiempo a Måløy para poder visitar a Isa, mi abulense predilecta tal como prometí, así que, decidí que tras visitar Borgund podía modificar mi ruta e ir directamente a Måløy y poder permanecer unos cuantos días con ella.

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Mapa de la modificación del recorrido. Haz clic en la fotografia para agrandar la imagen.

Mientras cavilaba en la decisión tomada, el autobús avanzaba velozmente a través de la oscuridad del largo tunel de Borgund hasta finalmente apearme a Lo Aust, donde tenía por delante treinta minutos de camino hasta llegar al desino a visitar. Fue mientras andaba por el arcén de la carretera donde me topé, en una pequeña intersección, con un cartel de destino turístico importante que invitaba a ser visitado por lo que caminé por un sinuoso camino de pronunciada pendiente hasta llegar a él; El Vindhellavegen (Camino de Vindhella), un tortuoso camino que, desde lo más alto, se vislumbraba como un camino en forma de infinito de lo más curioso y merecedor de ser fotografiado.

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Una vez desecho el camino hasta el inicio del Vindhellavegen y vuelto a la carretera de Borgund, reanudé la marcha hasta encontrar mi destino: Borgund Stavkirke -la iglesia de madera de Borgund-, una maravilla arquitectónica datada del año 1200, aunque diversos estudios estiman que la madera fue cortada entre el 1180 y 1181, convirtiendose en una de las iglesias de madera más antiguas así como una de las mejores conservadas e intactas del mundo. Rodeada por un pequeño muro de piedra que envuelve templo y su cementerio, se trata de un lugar de visita obligada para todos los turistas que se aventuran por estos lares y ésta se llena frecuentemente de personas de todos los rincones del planeta -habitualmente asiáticos-, ávidos por disparar con sus cámaras aquel llano donde el templo de madera fue erigido antaño.

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Aproveché aquel instante de sol realmente agradable para sentarme en el área de picnic al lado del museo de la iglesia para recargar el móvil, conversar con mis padres por Skype y de paso, mostrarles el lugar por videoconferencia, mientras me tomaba un café caliente y esperaba ese momento en el que no hubiera apenas gentío para poder fotografiar la imponente iglesia. Las horas pasaban y no cesó el flujo de turistas hasta bien dado el ocaso y la noche, por lo que me quedé a las puertas del museo hasta su cierre. Entonces ocurrió algo curioso: una de las chicas que trabajaba en el museo salió para indicarme, en inglés, que el recinto cerraba sus puertas y como había observado que llevaba un buen rato esperando aquí, me preguntó si necesitaba algo. Yo le indiqué que solo esperaba a que no hubiera gente alrededor de la iglesia para poder tomar fotos y enseguida notamos que los dos éramos de la Península Ibérica; resulta que la chica -que se llama Bea-, era gallega, natural de Vigo y trabajaba por temporadas en el museo de este rincón de Noruega. Estuvimos hablando un buen rato hasta que tuvo que volver dentro porque estaba celebrando «La Navidad» (palabras textuales) junto con el resto de compañeros. Mientras seguía esperando el preciso instante para fotografiar sin piedad el templo, ella volvió a salir, esbozando una sonrisa y portando una lata de cerveza helada en sus manos, acompañada por Cris, una chica de Badajoz que también laboraba allí. Al final, mientras bebía un buen trago de tan reconfortante cerveza, me invitaron a pasar dentro y unirme al banquete con el que celebraban la Navidad en pleno mes de agosto.

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Borgund Stavkirke

Como el próximo autobús a tomar era el de las tres de la mañana y la fiesta terminó pasada la medianoche, las chicas, que vivían con un numeroso grupo de noruegos, franceses e ingleses en una zona próxima al camino donde debía tomar el transporte, me invitaron a su casa donde estuvimos conversando largo y tendido hasta que la hora de proseguir mi camino se aproximó. Tras ello, entre la oscuridad de la noche, el autobús avanzó hasta Skei y posteriormente, otro vehículo me llevó hasta Nordfjordeid, donde mi pequeña gran amiga abulense me esperaba con una amplia sonrisa mientras hablábamos de lo que íbamos a hacer el resto de días y no venía sola… ¿Queréis saber lo que aconteció? Debereis esperar al siguiente post, la segunda parte de mis vacaciones de verano.

Personas que te encuentras por el camino

Es increíble la de personas que puede uno llegar a conocer por el camino, lo que son capaces de enseñarle e incluso las lecciones de humildad y fortaleza que pueden llegar a aportar. La primera persona que me gustaría nombrar es una chica de Nueva York llamada Chris, la cual conocí en el tren de Flåm y pudimos conversar sobre política, países y estilos de vida. Chris es abogada y actualmente estudia un postgrado sobre maltrato y violencia de género y por ello mantuvimos una conversacion muy interesante sobre el aspecto de la mujer como turista, sola, por este mundo. Fue realmente ameno e interesante escuchar su postura.

La siguiente persona que vale la pena mencionar, fue una chica que conocí esperando al autobús de Flåm hacia Gudvangen y fue un auténtico placer conocerla: Se llama Chris (tambien), es de Boston y lo que llama la atención son tres cosas que se aprecian a simple vista: a) Utiliza una silla de ruedas, b) Va acompañada a dondequiera que va con Earle, un perro labrador que, no solo la ayuda con su pequeño equipaje sino que además, es un gran apoyo moral y compañero de aventuras, y c) Su amplia sonrisa. Me explicó que debido a un accidente de snowboard sufrió una parálisis total y permanente de las extremidades inferiores pero eso nunca la frenó para hacer aquello que le gustaba más: Viajar. Y eso hacía; deambular por todo el mundo en compañia de Earle y conocer personas en todos los lugares del planeta y al mismo tiempo, enseñarles que una minusvalía no era suficiente motivo para dejar de hacer aquello que uno desea. Su amplia y preciosa sonrisa denotaba una fuerza y un optimismo que yo jamás había visto -y eso que yo soy una persona tremendamente optimista-. Me regaló, durante ese viaje de hora y media hasta Gudvangen, una lección de fortaleza, optimismo y valentía que pocas personas en este mundo han sido capaces de darme.

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Chris, de Boston, junto conmigo y con Earle (aunque no se vea).

Por último, las personas anteriormente mencionadas, Cris (sí, parece que en este viaje me he topado con todas las Cristinas o Christine’s del mundo) y Bea, las dos chicas que conocí en la iglesia de Borgund, que sin conocerme me invitaron a su fiesta y luego a su casa, donde pude conversar un buen rato y pasar unos instantes realmente agradables en lugar de haber permanecido en la calle, al lado de la iglesia, sólo en la oscuridad y con la temperatura ambiental disminuyendo paulatinamente, tratando de tomar unas pocas fotografías.

A todas vosotras, muchas gracias por vuestro tiempo, vuestra simpatía y vuestra manera de ver el mundo…. realmente es cierto aquello que decimos los catalanes: «Compartir es viure» (Compartir es vivir)

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