A veces los acontecimientos cambian de un modo inesperado y la situación gira cual torbellino y tormenta de circunstancias. Ayer pisaba los helados caminos de Kjøpsvik por los lares del condado de Nordland y visitaba las calles de Tromsø y hoy (o más bien hace unas semanas) mis pies dieron con Elverum, la ciudad que me acogió el último verano. Os preguntaréis a que se debe este cambio tan repentino: os agradeceré que me perdonéis si no os quiero relatar los motivos, pues son personales y no deseo compartir estos hechos con todos aquellos que entran en mi modesto espacio.
Este post será muy escueto, solo servirá para daros a conocer mi paradero; vivo en Elverum (Si amigos, con José Luis, Alberto, Melania y María, mis queridos compañeros del año pasado, junto con otros compañeros más), trabajo en Jotunhaugen, como el año pasado. He tenido un buen recibimiento tanto de mis amigos como mis compañeros de trabajo, que siguen recordándome del año pasado mientras hacía turnos nocturnos. El planteamiento es totalmente diferente: trabajaré de noches durante el verano y luego trabajaré en turno diurno con contrato fijo hasta el treinta y uno de diciembre (prorrogables de forma indefinida). Mientras tanto, y aprovechando los fabulosos turnos que tengo, entrenaré (si, amigos, la Tough Viking de este año está al caer… Próximamente en el post siguiente), viajaré y visitaré viajas caras conocidas, familiares y muy queridas.
No tengo mucho más que contar hoy, tan solo pedir disculpas por este post tan corto y carente de presencia de emociones que habitualmente puedo hacer gala… Pero necesito que entendáis que tenía una especial necesidad de contaros que esta es la situación actual, que estoy bien y me han recibido con la mayor de las sonrisas y los brazos abiertos y sobretodo, que aquí estamos, esperando que el próximo escrito dedicado a la carrera de obstáculos de Oslo del próximo cuatro de junio junto con José Luís y Melania, os guste más. Una vez más, gracias.
Taza de Pizarra 