Tecleo las primeras lineas y me doy cuenta de que el post de hoy inicia con lo que parece el comienzo de un chiste:
¿Qué hacen una vasca, una maña y un catalán en Tromsø?
Pues si, Elena, Desi y un servidor decidimos visitar Tromsø, aprovechando que los tres teníamos el anterior fin de semana libre, así que, desde Kjøpsvik buscamos posibles quehaceres típicos de allí y alojamiento, preparamos mochilas, maletas para poder dormir allí, cámaras para la ocasión y alquilamos un coche con el que poder hacer un viaje más que largo; nada más ni nada menos que cinco horas de conducción por las serpenteantes y nada mal asfaltadas carreteras de la zona, perennemente rodeadas de tupidos bosques y majestuosas montañas, bordeando el enorme fiordo y atravesando túneles que se adentraban hasta el mismo estomago del Stetind y otras maravillas de la naturaleza.
Tras dos horas en el coche, hicimos la primera parada en Narvik para estirar las piernas, hacernos con unos cafés y ya puestos, cambiarnos los asientos para no hacer el viaje excesivamente pesado; y es que, el coche que conducíamos era un modelo antiguo que me recordaba enormemente a La Bestia, por el rugido del motor y la incomodidad de sus asientos, Ah! (suspiro de nostalgia). No hay mal que por bien no venga, los tres íbamos con entusiasmo desbordado, riendo, haciendo fotos del paisaje, a nosotros mismos, embargados por la emoción de tremendo fin de semana que acontecía: ¡Qué más daba el Síndrome del Culo Cuadrado y Acorchado!. ¡Nos dirigíamos hacia Tromsø!.
Finalmente, tres horas más tarde, llegamos a nuestro destino: Tromsø, la «París del Norte«, la ciudad más grande de la región polar de Escandinavia: una ciudad cosmopolita y un importante centro comercial y cultural en Noruega, con importantes festivales a lo largo de todo el año. Es sede de la Universidad de Tromsø, que atrae una población flotante de varios miles de estudiantes, lo que incrementa la población -que habitualmente es de setenta y dos mil habitantes- hasta una cifra de setenta y cinco mil personas en algunas épocas del año. Históricamente, esta gran ciudad prosperó durante el periodo hanseático y alcanzó el rango de ciudad en 1794. Realmente, se trata de una ciudad interesante y no quisiera alargarme con más datos propios de la misma, así que, el que esté interesado en conocer más acerca de la «París del Norte», simplemente que haga clic aquí. Prosigo con mi relato:
Aparcamos el coche, cogimos nuestros bártulos y nos dirigimos a pie hasta el ABC Hotel y allí pudimos dejar nuestras cosas para dar una vuelta por la ciudad y de paso ir a cenar. Del hotel debo decir que particularmente nos gustó: alquilamos una habitación triple con una cama individual y una doble, con baño compartido con todas las habitaciones, pero nunca tuvimos problemas para usar el baño o ducharnos sin encontrar colas molestas y todo estaba muy muy muy limpio, sin mencionar que el precio era razonablemente barato considerando que estamos en una ciudad noruega (160 euros los tres por dos noches). El que quiera ir a Tromsø y pernoctar por ahí, le recomiendo encarecidamente este hotel.
Movidos por nuestro espíritu aventurero o quizás por el rugido de nuestros estómagos, salimos a la calle, por el centro de esta a buscar algún sitio para cenar y cuando Elena sugirió ir a un restaurante de tapas que ella había encontrado buscando por Google, Desi y yo no dudamos en responder con un sonoro y animado «¡Vaaale!» al unísono. No tuvimos que andar mucho más por la calle; íbamos por la calle Storgata y a la altura del número treinta y seis nos topamos de bruces con el Presis Tapas, un restaurante de típica cocina mediterránea que abrió sus puertas en el 2005 y en su carta, uno puede encontrar Pà amb Tomàquet (O pan tumaca, como les gusta llamarlo los profanos de la lengua catalana), patatas bravas, chorizo de pueblo y jamón de pata negra entre otras cosas, con la posibilidad de saciar nuestra sed con una muy buen conseguida sangría (eso si, aderezada con fresas, una curiosa combinación que nos gustó bastante). Comimos como cerdetes y gozamos de un fantástico y acogedor ambiente, ya que, para mas inri, el restaurante estaba lleno de gente de nuestra tierra; la camarera que nos sirvió era de Santiago de Compostela y los comensales de al lado nuestro eran catalanes. Antes de cenar, ya habíamos hablado de la posibilidad de salir a tomar algo y ver el ambiente nocturno de Tromsø, así que le preguntamos a la chica gallega que nos atendía, por algunos bares donde ir a tomar algo y esta nos sugirió algunos. ¡Ya teníamos sitios a donde ir a darlo todo!.
Así que ya sabéis, si visitáis esta ciudad y os invade ese espíritu nostálgico, ávido de la comida típica de vuestra santa casa, no dudéis en ir a este restaurante: trato excelente y comida bastante buena, aunque ya aviso que es un pelín caro y que si alguno tiene pensado darse un homenaje, limitad vuestro consumo de bebidas espirituosas, que es quizás lo más caro de todo.
Tras dejar nuestra huella en el libro de firmas y comprobar que tras cinco horas de viaje, nuestra ganas de jolgorio habían fenecido con el estomago lleno, nos fuimos al hotel a dormir y reponer fuerzas para el día siguiente.
Sábado 23 de Abril
El día de Sant Jordi (o San Jorge en otros lugares de la Península) amaneció resplandeciente y nos pusimos rápidamente en marcha. Por ello, primero pasamos por el 7 Eleven de la ciudad a por el desayuno y estuvimos deambulando, haciendo tiempo por las proximidades del muelle, donde uno puede apreciar unas panorámicas estupendas a lo largo de la ciudad. Estuvimos contemplando el paisaje urbano, tomando nuestras fotos de rigor hasta que la hora apremiaba y nos dirigimos hasta el Hotel Radisson, donde desde ahí salía un coche de varias plazas que recogía a algunos clientes del hotel -y a nosotros, por supuesto- para llevarnos al destino que ocupará la actividad del sábado por la mañana: Paseo en trineo con perros husky a través de la tundra y montañas heladas de Tromsø.
Saltamos rápidamente al interior del vehículo y cuando el conductor cerró las puertas y inició la marcha, el aire del interior se inundó ipso facto del aroma inconfundible a perro mojado; Desi y Elena, que iban sentadas en los asientos del copiloto, procuraban respirar apenas con la boca para tratar de no hacer llegar tal delicioso perfume por la pituitaria (jajajaja). Este, que seria nuestro guía en el paseo, conducía a través de las calles de Tromsø para recorrer poco más de diez kilómetros entre rotondas y carretera bien asfaltada hasta que la jungla de asfalto, cemento y madera fue sustituida paulatinamente por esplendorosas montañas nevadas y tundra con discretas salpicaduras verdes de los bosques que la nieve había escondido notablemente a lo largo del crudo invierno. El coche circuló durante veinte minutos a través del Tromsdalen hasta llegar al Tromsø Villmaksenter, un centro situado en el Kvaløya, lugar de partida de nuestra travesía con los perros: se distinguían construcciones claramente sami y a su lado, se congregaban y nos esperaban una multitud de perros: tan solo saltar del vehículo, los perros parecían darnos la bienvenida a su manera: aullando incesantemente, como si pretendieran decirnos «¡Venga, va, sacadnos a correr que tenemos ganas!».
Una vez en tierra firme, nos dirigimos al interior de tienda, donde aparte de la venta de productos típicos sami (tazas, cuchillos hechos a mano, gorros de lana, etc.), se ocupaban de procurarnos la ropa y calzado adecuados para la experiencia. Fue gracioso entrar dentro de esta tras salir del coche, habiendo comentado que el vehículo olía a canino húmedo… ¡Cuando en el interior de esta olía diez veces más!. Ahora lo entendíamos todo. Una vez ataviados con un mono y unas botas que sugerían más a un paseo espacial (ahora cerrad los ojos e imaginad caminando a cámara lenta con miradas llenas de orgullo como si estuvierais rodando Armageddon (haced clic al enlace para entrar mejor en situación) con Bruce Willis por ahí) que un paseo canino por la tundra. Y ahí estaban: trescientos perros huskys de Alaska aullando, algunos agitarse ansiosamente, esperando a ser colocados delante de los trineos, otros tomando el sol tranquilamente, aparentemente ajenos a lo que sucede a su alrededor. Inicialmente, una chica que también hace de guía, nos explicó como funciona el trineo, los diferentes frenos que posee y como los perros, ya bien entrenados, conocen perfectamente su cometido. Tras algunas normas de seguridad indicadas y un turno de dudas breve, nos pusimos en marcha.
Desi y Elena fueron colocadas en un trineo y eso significaba que iniciarían el trayecto ellas solas, sin ayuda de guía, portando el trineo, mientras que yo fui con el chico que nos trajo en coche y olía a perro hasta aquí y con un chico chino que vino a Noruega de vacaciones. Íbamos a hacer el trayecto de esta manera y a medio camino nos cambiaríamos para que los tres pudiéramos llevar el trineo durante un buen trecho. Mientras yo observaba a las chicas pasándoselo pipa con su trineo, yo desde el mio escuchaba cómodamente sentado en él, las indicaciones del guía para realizar de forma óptima la actividad, breve historia del lugar, algunos trucos para con los perros como por ejemplo, premiarlos con palabras de ánimos cuando hacen bien su trabajo ya que, detectan según el tono de voz, si el guía está satisfecho y eso les agrada. Empecé a disparar fotografías de aquí y de allí, de los perros, del paisaje, de las chicas disfrutando como enanas, de los tres, hasta que paramos y allí aprovechamos para cambiar para que yo pudiera portar el trineo y Elena pudiera ir en él. ¿Queréis saber qué tal fue?:
Fue increíble: la sensación de libertad, de estar uno, la naturaleza y los elementos que nos rodean en armonía mientras el trineo avanza velozmente a través de la nieve por la tundra y este salta en cada bache o bajada: una sensación que solo había experimentado yendo en Harley. En realidad, con lo que más se parece es como si llevaras el timón de un barco: Hice un viaje con mis padres y unos amigos hace años por los canales de Francia, en el que uno debía llevar él mismo el barco a través de todo la vía fluvial e ir sorteando las esclusas que elevaban /descendían el nivel del agua de los canales. El que quiera probar la experiencia de navegar por los canales de Francia o llevar un trineo de perros por el Círculo Polar Ártico solo le queda viajar y probar en sus carnes tan increíble experiencia.
Al finalizar del recorrido, volvimos al punto de partida, donde la chica que nos enseñó el funcionamiento de los trineos, nos explicó que los perros, lejos de ser reacios a ser tocados y acariciados (como todos creíamos), son muy cariñosos y se dejan tocar: era realmente precioso ver la estampa de algunos perros agitarse esperando nerviosamente a que uno se acercara, para conseguir algunas carantoñas y palabras dulces. Los tres estábamos encantados de ir fila por fila e ir mimando algunos perros (y digo algunos por que en realidad, algunos hacían por hacerte saber que querían ser tocados y otros, básicamente, pasaban de ti y eso debía respetarse). También nos contaron que los perros están separados por sexos a un lado u otro y que los hermanos de las camadas procuraban ponerse cerca y tenían nombres variopintos de la misma familia; por ejemplo, si una camada tiene 5 hermanos, estos tenían nombres como «Neon, Argón, Xenon, Radón y Kriptón» o «Bacalao, Trucha, Arenque, Salmón y Rape«… si, amigos, habían trescientos perros, la cantidad de nombres variopintos, lejos del típico Toby o Popi, era ilimitada. También pudimos ver la sección de cachorros y los cuidados que estos precisaban; eran una familia muy prolífica.
Nos cambiamos de ropa y fuimos al interior de una construcción típica sami, octogonal, con mesas y sillas y un fuego en su centro, dónde pudimos saborear un estofado de carne de reno buenísimo, café/te y pastel de chocolate para recuperar las fuerzas, mientras oíamos a la guía relatar aspectos de la vida sami (tipo de edificación, que suele ser una tienda tipi parecida a la de los indios americanos, con sus diferencias estructurales propias evidentes, o comidas típicas como la que estábamos degustando). Tras ello, la visita a este increíble lugar llegó a su fin y volvimos al coche para ser devueltos de nuevo por el centro de Tromsø.
Al llegar a la ciudad, compramos algunos recuerdos propios de la ciudad y como había una floristería abierta, compré un par de rosas rojas (Si, lo sé, soy un romántico) a Desi y Elena: por muy lejos que me encuentre de mi tierra, 23 de abril es Sant Jordi y es costumbre regalar rosas y libros… bueno, los libros aun no ha llegado pero las rosas ahí están (ejem). Fuimos caminando hasta llegar a Polaria, un centro de investigación sobre las regiones polares, concretamente sobre el Ártico. En el folleto podía leerse que el centro ofrece la oportunidad de experimentar la sensación de hallarse en pleno Ártico mediante una proyección panorámica de Svalvard, tanto su flora y fauna como las Auroras Boreales (bueno, eso decía el folleto). No es que fuera precisamente de mi agrado, de hecho, lo único que nos agradó medianamente fue el acuario donde habían focas y llegamos a tiempo para ver como daban de comer a las focas mediante juegos y espectáculo; digo medianamente porque, lejos de ser el típico espectáculo de focas en los que los entrenadores, mediante música, juegos con los animales y una actitud que anima a los espectadores a formar parte del espectáculo, este era mas bien silencioso y las focas parecían más bien pendientes a ser alimentadas que a participar en los juegos, pero bien, son animales, no podemos tampoco pedirles nada más.
Tras ello, tomamos el coche y fuimos a la Catedral del Océano Ártico y ya de paso, hacernos algunas fotos de rigor con las rosas, algún que otro vídeo gracioso y finalmente condujimos hasta el pie del monte Storsteinen, donde subimos hasta su cima con el funicular de cristal que nos ofrecía unas vistas espectaculares de toda Tromsø. Simplemente espectacular.
Se iba haciendo tarde, así que, tras tomar un café en el bar ubicado en la cima del monte, descendimos de nuevo, fuimos al hotel para ducharnos y cambiarnos de ropa para ir a cenar y si cabe, ir a tomar algo por la ciudad. Andamos un rato para encontrar la típica pizzeria Peppe’s Pizza que uno puede encontrar fácilmente en cada ciudad de Noruega pero nos encontramos de bruces con el Da Pinnochio, un restaurante siciliano en medio de las calles del Circulo Polar Ártico. Entramos y nos atendió un chico joven y con mi mejor noruego le quise indicar que queríamos cenar y eramos tres. Nos acompañó hasta la mesa, nos dio la carta y se alejó, y cuando volvió, nos debiera oír hablar entre nosotros porqué sonrió y Desi se percató de ello. Esta le preguntó si nos había entendido y el camarero nos respondió: «-¡Pues claro que os he entendido, si soy de Navarra!-» y estallamos a carcajadas. Pedimos la cena y tuvimos una velada muy muy agradable con unos platos buenísimos y el trato fue más que excelente. El que se pase por Tromsø y quiera comer en un restaurante de calidad, que haga clic en este enlace donde se halla la dirección y algunas críticas de este. Tras la cena, hablamos con aquel camarero tan majo, que se llama Kevin por cierto, y preguntamos por algún lugar donde poder hacer unas copas y a poder ser, que no fuera excesivamente caro. Nos indicó un bar en el que tocaban música en directo y ahí fuimos, no sin antes decirle al navarro que viniera a tomar algo con nosotros tras la cena. Sin saber si al final se presentaría o no, lo vimos aparecer mientras bebíamos unas cervezas y se unió a nosotros.
Lo que contaré a continuación fue para los tres, una de las experiencias más enriquecedoras que, al menos yo, haya tenido el placer de experimentar. Escuchamos fascinados como Kevin, un chico de veintidós, dejó su tierra natal para ser biólogo marino; desde los diecisiete años ha viajado, empezando por Londres para ganarse la vida y aprender inglés por que tenia muy claro lo que quería hacer con su vida: ir a Tromsø a estudiar las ballenas. Estudió Biología Marina en la Universidad de Navarra y cuando pudo, se largo hasta la «París del Norte» porque había un convenio con la Universidad de Tromsø y actualmente esta realizando un máster. Nos habló de sus aspiraciones y anhelos, de lo que le gusta y que espera de su vida pero sobretodo, de lo que no quiere. Incluso nos explicó que juega a Rugby submarino (¡¡RUGBY SUBMARINO!!, una mezcla entre waterpolo y rugby en el que uno solo necesita un bañador, un casco de waterpolo, unas gafas con tubo y unos pies de pato, jugando con una pelota llena de agua salada para que esta sea mas densa. No puedo contar más, solo ved este vídeo y no perdáis detalle). Buff… Veintidós años. Jamás imaginé que alguien tan joven pudiera ser tan sabio, lo pudiera tener tan claro y pudiera hacerme pensar tanto… y es que nos obsequió con una de las perlas de sabiduría:
Al final de todo, aprendes que, da igual si lo que viene, es o no es malo, lo único que importa es tu actitud frente a ello.
Esa frase sigue retumbando en mi cabeza aún hoy (y es que, desde que he llegado a Kjøpsvik, he tenido que pasar por un proceso de adaptación duro en el que he puesto y aún sigo poniendo a prueba la paciencia de las chicas y espero que me perdonen algún día) y todo esto se resume a eso: a mi actitud. Si me puedes leer, Kevin, muchas gracias por dejarnos compartir tu valioso tiempo con nosotros y asombrarnos como poca gente ha hecho. ¡Qué grande es viajar y descubrir a gente con la que compartir momentos tan excelentes y dejar que el tiempo volara hasta hacerse tarde!. Cuando volvamos a Tromsø (porque seguro que volveremos), nos volveremos a ver.
Domingo 24 de Abril
Tras la velada de ayer, aun manteniendo el buen sabor de boca, decidimos levantarnos, desayunar un poco y aprovechar ese día para ver dos museos. Así que, aprovechando que ya debíamos abandonar la habitación del hotel, empacamos, cargamos el coche y fuimos al Museo Universitario de Tromsø, un museo dedicado al norte de Noruega. Fundado en 1872, cuenta con una exposición dedicada a la era vikinga y la Edad Media, así como la cultura sami en todos sus aspectos. Nos llamo mucho la atención la sección de la Aurora Boreal y pudimos entender como se creaban; de hecho, había una maquina que creaba en pequeña escala una aurora boreal en nuestra presencia…. impresionante. Tras un café y un trozo de tarta, fuimos al Museo Polar, al lado del muelle, cerca del los antiguos almacenes del puerto, hechos de madera en la década de 1830.
A diferencia del anterior, este se ocupa de las expediciones científicas y cinegéticas realizadas en el Polo. Entre sus secciones destacan las dedicadas al Fram, el barco que viajo al Polo Norte llevado por Fridtjof Nansen, a Roald Admunsen y su viaje al Antártico o el intento de llegar en globo hacia el Polo Norte en el 1897 por Salomon Andrée. En este museo también uno puede encontrar diversas exposiciones sobre los cazadores y tramperos de Svalvard de los año 1600-1700, así como algunas escenas de caza de foca, morsa y oso polar. Era impresionante ver algunos métodos de caza, entre los que más me llamó la atención, el que empleaban para dar caza al oso polar: colocaban un rifle dentro de una caja alargada y un trozo de carne en un extremo, atado con una cuerda fina cuyo otro extremo estaba atada al gatillo del arma. En el momento que el oso polar se acercaba, atraído por el olor de la carne y trataba de tirar de este, accionaba el gatillo y el plantígrado recibía un disparo en la cabeza. Fue un museo realmente interesante. El que esté interesado en visitar sendos museos, puede acceder a la información correspondiente aquí. Debo decir que aunque existen otros museos, por falta de tiempo y quizás, falta de interés, limitamos las visitas a estos lugares según el orden de prioridad aunque, no dudo que otra vez que volvamos, veamos el resto de lugares a visitar.
Bueno, pues tras la visita a los dos museos, solo quedó una cosa, volver a conducir cinco horas y veinte minutos hasta Kjøpsvik con la importante diferencia de que en nuestra ida íbamos entusiasmados y contentos por la experiencia. En nuestra vuelta íbamos extenuados y con ganas de que las horas volaran velozmente y no se nos hiciera tarde. Conduje hasta Narvik y luego siguió conduciendo Elena hasta el hogar dulce hogar, donde una vez allí saboreamos las experiencias vividas y no hallábamos momento para poder ver lo que nuestras cámaras habían captado. Tras la experiencia solo me queda una pregunta por formular:
¿Qué hacen una vasca, una maña y un catalán en Tromsø?
Tengo una idea mejor… escribid vosotros el final del chiste y lo comentamos.
APROVECHO ESTE POST PARA COMENTAROS QUE, AYER DÍA TRES DE MAYO DEL 2016 ES EL TERCER ANIVERSARIO DE MI VIAJE Y LLEGADA A NORUEGA… ¡TRES AÑOS YA!, PARECE QUE FUE AYER…. PERO POR MÍ, ¡QUE SIGAN TRES AÑOS MÁS DE AVENTURA NÓRDICA!
¡MUCHAS GRACIAS A TODOS VOSOTROS POR SEGUIRME Y PODER LEER MIS AVENTURAS!
[…] Nieve, perros y museos por Tromsø […]
[…] y todo se resume al prisma con que se miren las cosas. El prisa y sobretodo, la ACTITUD (Gracias Kevin, por recordarme tan importante lección). Actitud es lo que tuve que sacar para soportar días […]
[…] llegar al lugar y tras aparcar en el estacionamiento, una estampa familiar vino a mi mente de repente: centenares de huskies y malamutas junto a sus casetas, aullando y […]