Seres oscuros que se esconden tras los arbustos

Publicado: 10 enero, 2015 en Noruega 3.0
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Cinco grados bajo cero. Mi respiración pesada fluye de mi boca en forma de vaho y se eleva a través de mis hombros mientras sigo avanzando a trote suave por el helado sendero que me lleva a la playa. No me dirijo a la encantadora Paradisbukta, a decir verdad, no sé a dónde mi dirijo, tan sólo sé que el frío y la oscuridad me rodean, me acompañan en mi sesión de ejercicio y mis piernas, curtidas por el frío noruego y por numerosas sesiones de running, me llevan a dondequiera que me lleven. Mientras la oscuridad y la densa niebla se ciernen sobre mi, sólo me acompañan el absoluto silencio y el sonido del hielo y la nieve crepitando bajo mis pies, enfundados en mis zapatillas de deporte, que a su vez llevan adheridos los crampones para poder desplazarme sin que el hielo consiga abrirme la crisma. El crepitar del hielo bajo mis pasos y como no, la música de mis auriculares inhalámbricos, me acompañan por el penumbroso y gravoso sendero, abrazado de forma perpetua por el bosque sombrío. Noche, niebla, bosque tenebroso, absoluto silencio y mi solitaria presencia; se reúnen todos los ingredientes para que el clásico de terror cobre vida y tras un arbusto aparezca una figura imponente y maligna, portando un cuchillo de gigantescas dimensiones y de un diestro tajo me arrebate la vida y desaparezca de este mundo para siempre.

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La oscuridad se cierne sobre mi. Foto: Extraída de http://www.randomlocalguys.com

«Sólo falta una buena canción«, pienso. Uso mi móvil para la música mientras corro y mi aplicación favorita es Spotify. Para no hacer las sesiones de entrenamiento tediosas y repetitivas, siempre uso la opción de sesión aleatoria, es decir, la reproducción de la sesión no va ordenada, sino que Spotify reproduce a su voluntad.

Y aquí llega, de forma providencial. La casualidad o quizás Spotify me lee el pensamiento, lo ignoro, pero empiezo a escuchar «In the House, In a Heartbeat«, de John Murphy; la canción principal de la BSO de la película «28 días después». La lastimosa y lenta melodía de su piano inicia mientras la imagen de ese ser amenazador que se oculta tras ese arbusto al que cruzo una y otra vez, cobra más y más fuerza en mi cabeza, a cada paso que doy. La adrenalina empieza a inundar mi torrente sanguíneo y mi corazón, que ya bombeaba rápido por el ejercicio físico, inicia paulatinamente un incremento de su actividad. Empiezo a aumentar la velocidad, la cadencia de mis piernas elevándose y mis pies pisando con fuerza el quebradizo hielo. Mi cuerpo, sumergido y empapado en adrenalina, experimenta esa sensación de euforia y miedo entremezcladas. La visión en túnel inicia su incursión y me da la sensación de que mi velocidad de crucero podría competir perfectamente contra la de Usain Bolt. «Usain Bolt es un amateur«, pienso. «Sólo necesitaría a John Murphy y mis auriculares para barrer al jamaicano«. Sigo corriendo endiabladamente a través del sendero y su interminable y espeso bosque, cruzándome a perpetuidad con arbustos y espero una y otra vez al fatal desenlace; una rubicunda forma que bloquee mi paso y siegue mi vida.

Pero termina el piano. Termina la canción. La figura amenazadora no aparece. No ha aparecido. No aparecerá.

«En Steinkjer no suceden estas cosas«, pienso.

Si, la vida en Steinkjer transcurre con total normalidad y absoluta tranquilidad. Lejos queda ya mi paso por Stavanger. Solo han pasado dos meses pero parece que fue una eternidad cuando llegué al Preikestolen o fotografié el Sverd i Fjell. He vuelto a la pequeña ciudad del Nord-Trøndelag y el frío invierno de aquí, tan diferente al tiempo en el suroeste noruego, obliga a vestirse abundantemente y a moverse despacio por la calle. Es una sensación extraña volver a Steinkjer. Es como un déjà vu reconfortante

Actualmente trabajo en el Steinkjer Sykehjem (si amigos míos, he vuelto a este encantador lugar) de turno de noche y francamente esta siendo una buena experiencia y una buena oportunidad para poder entablar conversación con mis compañeras de trabajo del turno (somos cuatro trabajadores por la noche) y poder mejorar mi noruego, aunque sea chapurreando trøndersk. El personal me trata deliciosamente bien y tras haber actuado sobre un par de pacientes que tuvieron una serie de complicaciones de carácter extremadamente urgente en plena noche, me tratan aún mejor. No hay nada como trabajar a gusto, que valoren tu trabajo y salir de tu jornada laboral para dirigirte a tu casa y tu cama para descansar, con la sensación de haber realizado tu trabajo y desempeñarlo bien, muy bien.

Si, lo reconozco, soy un optimista recalcitrante. Los que habréis estado leyendo mis posts, habréis notado que desprendo una felicidad perenne. Todo es bonito y todo es la hostia. No hay post en que no se lea que me hallo en el mejor lugar del planeta, desempeño lo mejor del mundo, estoy rodeado por la gente más amable y buena del Sistema Solar y en definitiva…. todo es tan bonito y maravilloso que las lecturas de azúcar en sangre son tan elevadas que el riesgo a sufrir una diabetes de tipo 1, es elevado. Pero nada más lejos de la verdad; la experiencia noruega ha sido un camino extremadamente difícil y duro, donde el día a día va marcando el camino. Muchas veces ha sido como el oscuro sendero nocturno, envuelto por la densa niebla, como el camino que pude recorrer ayer. Pero es nuestra capacidad de adaptarnos, lo que nos hace más fuertes y si logramos ver el lado bueno de las cosas, mantener una actitud positiva y encontrar la solución, podemos hallar la felicidad aunque nuestro camino esté plagado de zarzas y afiladas piedras.

No soy un individuo feliz porque nunca me suceda nada. Soy un individuo feliz porque a pesar de sucederme de todo, consigo levantarme y sacar luz a la noche más oscura.

Adaptado ya a la nocturnidad más que prolongada y al frío invernal del Trøndelag, me preparo de nuevo para irme a correr. Me calzo mis zapatillas y compruebo que los crampones están colocados debidamente. Inicio mi marcha mientras me coloco los auriculares y esta vez soy yo el que escojo la canción de «28 Días Después«, esperando a que la magia de la ambientación y el producto de una mente tan fantasiosa como la mía, hagan aparecer a ese ser inmenso y maligno que se oculta tras cada arbusto que atravieso, para sorprenderme en último instante. No lo puedo evitar, soy un yonqui de la adrenalina y me apasiona correr. A decir verdad, me apasiona cualquier cometido en el que me embarco y estoy mentalizado a terminar. Ya sea trabajar como enfermero, construir la Torre Eiffel con palillos de dientes o…. escribir las cuatro lineas de rigor en un blog como este.

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Algún día te encontraré, ser oscuro y maligno. Foto: Extraído de abrazodelibro.blogspot.com

 

 

DEDICO ESTE POST A LOS PROFESIONES DEL PERIODISMO DE LA REVISTA CHARLIE HEBDO, QUE EN UN LAMENTABLE, ESPANTOSO E IMPRESENTABLE  ACTO DE TERRORISMO, FUERON ASESINADOS. QUE LAS INJUSTICIAS EN NOMBRE DE LA RELIGIÓN, CORRIENTE POLÍTICA O CUALQUIER RAZÓN, NO NUBLEN NUNCA LA VISTA DE LA DEMOCRACIA.

COMO DIRÍA UN AMIGO MIO: «SI NO TE GUSTA, TE JODES»

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